¿Estamos listos para una sociedad que envejece rápidamente mientras la población joven sigue disminuyendo?
Hoy Ecuador tiene 4 niños por cada 10 habitantes.
En 2040 serán solo 2, y se duplicará la cantidad de personas mayores a 60 años.
Este cambio es una tendencia clara que se está gestando a nivel global, incluido Ecuador, y refleja un cambio profundo en la estructura demográfica de nuestras sociedades. Las cifras nos dicen que el cambio es inevitable, y debemos estar listos para lo que se viene; pero claramente no lo estamos.
En los próximos 15 años, el rostro de nuestras ciudades cambiará radicalmente. En el 2000, 43% de nuestra población era menor de edad, hoy este grupo representa el 31% y en el 2040 serán solamente el 21%. Por otra parte, los mayores a 60 años en el 2000 componían el 7% de la población ecuatoriana, y para el 2040 serán el 23%. Es el segmento de más alto y acelerado crecimiento natural en el mundo.
Lee también: Más allá de las etiquetas: la importancia de una mirada profunda a la diversidad socioeconómica en Ecuador
Este fenómeno no es solo una cuestión de números, es una transformación radical en la manera en que organizamos nuestras ciudades, nuestros sistemas de salud, educación y pensiones, en cómo el sistema financiero ve a sus usuarios, cómo la tecnología y la infraestructura se adaptarán, en cómo desarrollamos y disponibilizamos productos y servicios, así como el establecimiento de políticas públicas y respuestas del gobierno al crecimiento acelerado de personas mayores.
La edad de jubilación, establecida en los 60 o 65 años, tiene su origen a finales del siglo XIX, cuando la esperanza de vida era mucho más baja; las personas no vivían muchos años después de jubilarse, y el sistema pensional podía sostenerse sin gran dificultad. Sin embargo, la esperanza de vida ha aumentado considerablemente desde entonces, lo que implica que hoy en día las pensiones que antes cubrían 3 o 5 años de descanso deben extenderse por 20 o más años, generando una presión sin precedentes sobre este sistema; y el nuestro, a punto de colapsar no busca soluciones a largo plazo.
Este aumento en la longevidad no solo implica un cambio en las pensiones, sino también en el acceso a la salud. Las personas que alcanzan los 60 años hoy en día tienen muchas más probabilidades de vivir otros 20 o 30 años, lo que plantea nuevos desafíos para los sistemas de atención médica. A medida que la longevidad crece, los sistemas de salud deben reconsiderar cómo garantizar el bienestar de una población que vivirá muchos más años después de dejar de trabajar. Se estima que en pocos años alrededor del 30% de la población vivirá hasta los 100 años.
Las generaciones más longevas demandarán productos y servicios adaptados a sus necesidades específicas, no solo en términos de salud y bienestar, sino también en el ámbito del consumo, el ocio, la tecnología y la movilidad. El mercado verá cómo surgen nuevas categorías de consumo, que antes no eran consideradas, como tecnología asistiva, viviendas adaptadas a personas mayores, servicios de salud preventivos y personalizados, y productos diseñados para un envejecimiento activo. Las marcas tendrán que rediseñar sus ofertas y estrategias para captar a esta nueva generación de consumidores, que no solo será más numerosa, sino también más activa, exigente y con un mayor poder adquisitivo.
En paralelo, la infraestructura urbana se verá obligada a adaptarse para acoger a una población más envejecida. Las ciudades deberán ser pensadas para ser inclusivas y accesibles, lo que implicará la creación de espacios públicos más adaptados a la movilidad de los adultos mayores, el rediseño del transporte público, y la integración de tecnologías que faciliten la vida diaria de esta población. Este tipo de cambios en infraestructura no solo mejorará la calidad de vida de los adultos mayores, sino que también atraerá a un nuevo tipo de consumidor, que se interesa por entornos que les brinden comodidad, seguridad y acceso a servicios de alta calidad.
El futuro se nos viene encima y, mientras tanto, seguimos esperando a que el gobierno actúe. Las políticas públicas, que deberían estar preparadas para enfrentar este fenómeno, siguen siendo esquivas y falta de visión. La transición demográfica no espera, pero el gobierno parece haber caído en un letargo administrativo, donde los problemas urgentes de la longevidad son una mera anécdota. La empresa privada, por su parte, también parece más interesada en generar ganancias inmediatas que en invertir en soluciones sostenibles para un Ecuador más envejecido.
Mientras tanto, los ecuatorianos de 60 años o más, aquellos que en pocos años representarán más de la cuarta parte de nuestra población, siguen esperando una respuesta que, a este ritmo, llegará demasiado tarde. (O)