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Las reformas económicas que tiendan a dimensionar el tamaño del estado en magnitudes sostenibles en el tiempo, con algunos sacrificios que serán compensados en pocos años, podrán permitir un mejor futuro para todos. La reforma pensional y de salud a la seguridad social no puede esperar como tampoco seguir sin precios reales en derivados del petróleo como el diésel y el gas.

10 Julio de 2024 15.56

Se presentan manifestaciones sobre la situación económica que no permiten una clara conclusión del momento en que nos encontramos. Si bien es cierto que una coyuntura como la que se venía arrastrando desde finales del 2023 habría lucido casi trágica con serios riesgos para la estabilidad económica no se diga para las difíciles opciones para una recuperación económica sin apoyo externo como fue el acuerdo con el FMI y el resto de multilaterales, el convenio sigue siendo insuficiente y a largo alcance, lo que tampoco brinda luces de un clima de estabilidad política y social. Como se anotó en un artículo anterior de esta autoría, el apoyo internacional fue emergente y necesario, aunque no termina siendo suficiente, pero ahora empieza a cobrar relevancia día a día el ambiente político, la resistencia de la inseguridad a las políticas públicas aplicadas y el cierre de opciones para emprender en reformas económicas dada la realidad política y electoral que se avecina.

La forma más rápida de encontrar alternativas de inversión que faciliten una recuperación económica más dinámica y más pronta es identificando y promoviendo con toda la agilidad posible proyectos de inversión estratégicos y de carácter emblemático que atraigan liquidez inmediata y en cantidades significativas para que esos recursos circulen en la economía y promueven una recuperación más acelerada. En las últimas décadas el ejemplo más claro fue la construcción del oleoducto de crudos pesados, OCP, el mismo que permitió para el 2002 y 2003 atraer fondos por cerca de USD 3.000 millones que para esos años fue sin duda un monto importante, pues representó cerca del 50% del presupuesto del estado de esas fechas lo que hoy implicaría un proyecto o proyectos superiores a los USD 15.000 millones. Esto implica que es necesario clarificar los sectores económicos que podrían aglutinar cifras cercanas y en esto no hay mucho donde perderse. El petróleo, la minería, el sector financiero y obras grandes de infraestructura son los ámbitos donde se pueden encontrar inversionistas interesados.

El sector petrolero adolece de varios problemas de diversa naturaleza, pues la incapacidad de Petroecuador en lograr niveles mejores de eficiencia no ha permitido, por ejemplo, en una mayor producción, pues la misma sigue estancada con riesgos de contraerse. La burocracia de la entidad sigue en aproximadamente 10.000 empleados, cifra que es la simple suma de la ex Petroamazonas y la actual Petroecuador. La fusión de ambas entidades no mostró ningún avance para aplicar economías de escala. Es momento en que se decida la conversión de esta empresa en una de tipo sociedad anónima donde puedan participar accionistas privados del Ecuador y del exterior y se pueda introducir una administración técnica alejada de presiones políticas y de esquemas de corrupción. Tampoco ayuda la reciente decisión de la Consulta Popular de suspender la producción del bloque 43, situación que agrava la realidad de los ingresos fiscales sin ningún reemplazo de recursos de similares características. Los jurisconsultos del país y del gobierno deben encontrar vías democráticas para que se consulte con la debida información a la población si realmente decide suspender esta producción. Esto facilitaría el apetito de inversionistas en esta área, sector que ha liderado la poca inversión extranjera de los últimos años.

Otro sector que puede atraer recursos de forma significativa es el minero. El trabajo de las autoridades de turno para saber administrar las presiones de grupos anti mineros y de aquellos vinculados a personas atadas a negocios ilegales, algunos en proyectos de minería artesanal, son parte de los escollos que deberán superarse.

Las obras grandes de infraestructura, por ejemplo, en el ámbito vial, es otra de las acciones que deberán emprender con la mayor agilidad posible. Uno de los mejores proyectos que se ha hablado muchos años, pero sigue sin ser iniciado es la autopista Quito - Guayaquil, proyecto que no solo contribuiría en cifras cercanas a los USD 2.000 millones en la construcción de la vía, sino el efecto que irradiaría en actividades económicas para los cerca de 350 kms. que cubriría una vía de ésta magnitud.

Sigue en agenda la venta del Banco del Pacífico, activo del estado que podría rendir cerca de los USD 1.000 millones pero que ha encontrado opositores, esencialmente con intereses políticos, que sin argumentos válidos han provocado que esta alternativa siga sin una salida clara. Esta alternativa podría abrir la puerta a otras en el mismo sector como ha sido durante décadas el rol y el impacto de la banca internacional en países como Panamá y otros países de la región. El Ecuador, además por su condición de país dolarizado, podría convertirse en un centro financiero regional.

Definir y clarificar el rol del estado en actividades que le competen y no como un empresario fallido, también ayudaría para arribar a finanzas públicas más sanas y más focalizadas en lo que le compete al estado.

Las reformas económicas que tiendan a dimensionar el tamaño del estado en magnitudes sostenibles en el tiempo, con algunos sacrificios que serán compensados en pocos años, podrán permitir un mejor futuro para todos. La reforma pensional y de salud a la seguridad social no puede esperar como tampoco seguir sin precios reales en derivados del petróleo como el diésel y el gas. Que la política sea tomada en consideración pero que no postergue el desarrollo del país.

Si se lograra que el país emprenda en estos retos, entre otros, podría crecer más rápido, probablemente sobre el 5% anual, lo que en un par de décadas podría ubicar al Ecuador en una realidad bastante mejor que la actual, con más empleo, menos pobreza y más prosperidad. No podemos darnos el lujo de crecer tan mediocremente, pues el sector social puede convertirse en una bomba de tiempo difícil de controlar. Es mejor un panorama más dulce que agrio.  (O)

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