Hoy en el Ecuador 5,7 millones de ecuatorianos se encuentran entre el desempleo y el subempleo; apenas 3 de cada 10 personas tienen empleo pleno, y sólo 2 de cada 10 jóvenes está cobijado por un contrato de trabajo de 40 horas.
Desde el 2014, con la implosión del modelo de gasto público excesivo, comenzó el deterioro de las oportunidades laborales para los jóvenes en Ecuador. El Estado ya no pudo mantenerse como el principal empleador, y cada año desde entonces hasta el 2019, aproximadamente 100,000 personas entre los 18 y los 29 años pasaron a la informalidad.
Hoy, post pandemia, obtener un trabajo se ha vuelto aún más difícil: hay mucha oferta, poca demanda y pesa sobre los jóvenes el eterno círculo vicioso de no tengo experiencia y por eso no consigo trabajo, y no consigo trabajo por lo que no puedo obtener experiencia.
El aparato productivo, en un momento muy difícil, bajo gran presión y sin flexibilidad laboral, busca elegir de la oferta de recursos humanos aquellos más adecuados para sus objetivos; contrata a los mejores candidatos: a los que tienen mejor formación y a los que más pueden aportar. Y aunque los objetivos de la educación no pueden reducirse a un ajuste adaptativo a requerimientos de producción, se vuelve fundamental reconocer la importante vinculación entre educación y trabajo y es necesario echar mano de esta herramienta para optimizar las posibilidades de obtener un buen trabajo.
Desde el punto de vista empresarial, una buena educación es aquella que siendo amplia, da herramientas prácticas y específicas y le enseña al alumno a utilizarlas al más alto nivel. En esencia es aquella que da un oficio.
Pero más allá de lo estrictamente técnico, se considera que una buena educación es aquella que contribuye a formar criterios y que induce al alumno a tener la actitud correcta en el trabajo. Una educación acertada prepara al alumno para la lucha y para la realidad de la vida laboral. Una educación completa es aquella que, como a la antigua, enseña disciplina, dedicación, perseverancia y compromiso. Una educación moderna enseña al alumno cómo buscar la información que no conoce y a pedir ayuda cuando la necesita. Una educación amplia enseña orden, respeto, tolerancia, y trabajo en equipo. Una educación cabal prepara al alumno para resolver problemas, le enseña a ser flexible, receptivo, y curioso. Una gran educación fomenta la iniciativa y enseña humildad; y una educación formidable es aquella que enseña todo lo anterior y además le prepara al alumno para seguir aprendiendo.
Desde la empresa esta es la formación ideal de un estudiante y la que lo convierte en un candidato más atractivo en el proceso de contratación. La pregunta difícil para el aplicante es como asegurar esta educación.
Encontrar la carrera y la universidad correctas es un trabajo a tiempo completo. Una búsqueda adecuada implica examinar información, revisar currículos, atender ferias, conversar con profesores, ex alumnos y profesionales y visitar las instalaciones. También es importante revisar datos recientes sobre empleabilidad entre los egresados, nivel de sueldos en su primer año de trabajo, prestigio de la institución entre los empleadores, network que tiene la institución, oportunidades laborales que la misma institución genera, y la relación que tiene la universidad con el sector productivo. Considerando el gran esfuerzo de tiempo y de dinero, y el alto costo de oportunidad que tiene el ir a la universidad, hay que hacer todo lo posible para minimizar el margen de error. Mientras mejor sea el proceso de selección indudablemente mejor será el resultado.
La utilización de rankings también puede ayudar a complementar el proceso. Un ranking es básicamente una lista que ordena posiciones y coloca a los incluidos unos por encima de otros, de acuerdo a su categoría. Es un sistema de medición comparativa.
Aun cuando no hay una lógica universal, y que con frecuencia hay discrepancia entre un ranking y otro, hay valor en el análisis desinteresado de un tercero. Es una buena herramienta que aporta algunos criterios de acuerdo a las métricas que incorpora. Si quien hace el ranking es una institución seria y la metodología tiene credibilidad, entonces el resultado puede orientar en el proceso de selección de la universidad adecuada.
En Ecuador por ejemplo, 17 instituciones de educación superior forman parte del Ranking Universitario de América Latina 2020 de Quacquarelli Symonds. De acuerdo el sitio web QS, el ranking regional utiliza algunos criterios básicos como: impacto y productividad de la investigación, compromiso docente, empleabilidad, calidad de sus instalaciones, impacto online, innovación, e internacionalización. Adicionalmente el método conserva indicadores como reputación académica, reputación de acuerdo al empleador y la proporción de profesores/estudiantes. La Universidad San Francisco de Quito figura como la mejor del país, y en la región ocupa el puesto 55. La Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), que ocupa el puesto 64 de la región, es la segunda universidad del país de acuerdo al ranking. En los primeros lugares a nivel latinoamericano están la Pontificia Universidad Católica de Chile, la Universidad de Sao Paulo y el Tecnológico de Monterrey.
En el contexto actual del país, enfrentado las consecuencias sanitarias y económicas de Covid-19, los desafíos para los jóvenes ecuatorianos son enormes: está claro que los sueldos no son proporcionales a la formación y que hay pocas oportunidades de crecimientos. Sin embargo, en este momento la empleabilidad es la prioridad y la educación es la vía. (O)