Dueños de nada, usuarios de todo ¿El fin de la propiedad como la conocemos?
¿Estamos dispuestos a cambiar la propiedad por la comodidad? En un mundo donde poseer es cosa del pasado, descubre las implicaciones de "usar todo y ser dueños de nada"

Imagina un mundo donde poseer algo es una rareza y el acceso se convierte en la norma. Tus películas favoritas, la música que te acompaña en tus más íntimos momentos, incluso tus libros, tu vivienda, todo alquilado, todo temporal. Este mundo ya no es una visión distópica; es nuestra realidad. La frase "dueños de nada, usuarios de todo" captura este giro radical en nuestra cultura de consumo. Pero ¿cómo hemos llegado aquí y qué significa para el futuro? ¿Estamos condenados a un ciclo de gratificación instantánea sin propiedad, o hay una salida en este nuevo paradigma?

El surgimiento de la suscripción: una revolución silenciosa

Desde la aparición de las primeras computadoras personales en los 80 hasta la expansión de servicios de streaming en la década de 2010, el péndulo ha oscilado constantemente del "tener" al "usar". Hoy, plataformas como Netflix, Spotify y Amazon o Microsoft dominan los hábitos de consumo de millones. Según recientes estudios, un milenial promedio en USA gasta entre $200 y $300 al mes solo en suscripciones de entretenimiento, software y servicios varios. Estas cifras reflejan un cambio profundo: poseer ya no es la prioridad; acceder sí.

Este fenómeno, impulsado por el poder de la tecnología y la conciencia ambiental, ha redefinido el estatus social. ¿Por qué comprar un auto si un servicio de vehículos compartidos puede llevarte a cualquier lugar? ¿Por qué acumular una biblioteca física si puedes tener un millón de títulos a un clic de distancia? Sin embargo, esta mentalidad tiene un precio.

El costo invisible del "Usership"

El encanto del acceso ilimitado oculta un impacto que va más allá de la simple transacción monetaria. No es solo el gasto mensual, que poco a poco consume los ingresos de muchos sin que se den cuenta; es el cambio de mentalidad lo que más preocupa. En un mundo donde lo efímero prima sobre lo perenne, se empieza a ver el ahorro como algo obsoleto, casi una reliquia.

¿Es el fin del ahorro como lo conocemos? Puede parecer que sí. Pero como toda transformación, este cambio trae consigo tanto riesgos como oportunidades. Aunque la idea de "nunca ser dueño" pueda parecer aterradora y promover la dependencia, no todo es pesimismo. A lo largo de la historia, los momentos de transición han abierto la puerta a modelos más innovadores y adaptados a las nuevas realidades.

Un viaje a la dependencia digital

La dependencia de plataformas digitales para el acceso a bienes y servicios tiene implicaciones más profundas. Al dejar de ser dueños, nos volvemos más manipulables y, paradójicamente, menos libres. Las empresas que controlan estas plataformas concentran poder e influyen en nuestros comportamientos, potenciando una sociedad guiada por la dopamina y la gratificación instantánea.

Pero ¿es esto necesariamente malo? No del todo. Este modelo también democratiza el acceso a experiencias antes reservadas para unos pocos. Pone a disposición de una mayoría recursos que eran inalcanzables. Aunque aún no sepamos cuál será el desenlace, la posibilidad de que las empresas y gobiernos se adapten con nuevas políticas y modelos de negocio abre una luz de esperanza.

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Y la Inteligencia Artificial, ¿Qué rol va a jugar en este viaje de consumo desmedido?

La inteligencia artificial está destinada a profundizar el modelo de "usership". Hoy, tenemos a asistentes como ChatGPT o Claude con sus suscripciones de 20 dólares mensuales, pero el futuro promete más: IA capaz de anticipar necesidades y suscribirnos a servicios automáticamente, desde nutrición personalizada hasta bienestar emocional. Esta realidad puede parecer cómoda pero también invasiva, reforzando un sistema de suscripción constante. Sin embargo, la IA también trae beneficios significativos en campos como la medicina, donde ha mejorado diagnósticos y acceso a tratamientos. Así, aunque impulse el gasto, su potencial para democratizar recursos esenciales da una nota de esperanza.

¿Son estos gastos hormiga parte de un plan macabro?

¿Es el modelo de "usuarios de todo" una simple consecuencia o una estrategia calculada? Estos gastos hormiga, esas pequeñas suscripciones mensuales que se acumulan sigilosamente, drenando nuestros recursos poco a poco ¿pueden llegar a un límite? Las compañías parecen perfeccionar la dependencia en sus ecosistemas y algoritmos. Este enfoque alimenta la idea de un control corporativo que fomenta una sociedad más manipulable. Sin embargo, pensar en un plan macabro puede sonar exagerado; el verdadero reto es que los usuarios sean conscientes de sus finanzas y exijan modelos transparentes. La tecnología puede empoderar, pero el control debe estar en manos del consumidor.

Adaptarse o perder

El desafío para los gobiernos y empresas es claro: deben anticiparse y crear soluciones que equilibren el acceso sin perder de vista los pilares de la equidad y la sostenibilidad. Se necesitarán políticas que fomenten un balance entre la inmediatez del acceso y la estabilidad económica. Quizás, si se hace bien, lo que ahora parece ser el fin de la propiedad tal como la conocemos podría transformarse en un futuro donde compartir y poseer coexistan de manera más justa.

Entonces, ¿es el fin de la propiedad realmente el fin de todo? Aún no lo sabemos. Pero una cosa es segura: la forma en que abordamos estos cambios definirá si somos meros usuarios de todo o si, en el fondo, seguimos siendo dueños de nuestro destino. (O)