La Corporación Latinobarómetro, organización privada sin fines de lucro (Chile), difunde datos alarmantes en su último estudio sobre el sistema de gobierno. Analiza apoyo a la democracia, preferencia por regímenes autoritarios, indiferencia frente a los sistemas de gobierno.
El apoyo a la democracia alcanzó apenas 48% este año. En el año 2010 llegó hasta el 63. Quince puntos que marcan un retroceso aterrador.
La preferencia por un gobierno autoritario mereció un 17%. Muestra un deterioro desde 2010 (14%). Las posturas autoritarias, lastimosamente, se van validando en la región.
La indiferencia (“nos da lo mismo”) se ubicó en 28%. Se incrementó 12 puntos en relación al 2010 confirmando el retroceso de las posiciones participativas.
El panorama general es neurálgico. Baja el apoyo a la democracia, asciende el autoritarismo como opción, sube la indiferencia. Señal inequívoca de desprestigio de los regímenes democráticos. Hay países más críticos -como Venezuela o Nicaragua- y menos -como Uruguay o Panamá-.
Las cifras en Ecuador son reveladoras. El apoyo a la democracia alcanza 37%, la preferencia por el autoritarismo a 19% y las posturas de indiferencia a 37%. Tenemos tantos demócratas como indiferentes. En la región, Ecuador está entre los países con indicadores más negativos.
Considerando el sexo de las personas, el estudio muestra que las mujeres apoyan menos a la democracia (45%) y se muestran más indiferentes (29%) que los hombres. Sobre autoritarismo, no hay variaciones significativas.
Tomando en cuenta la edad, los más jóvenes (16 - 35 años) apoyan en menor medida a la democracia (43%), prefieren regímenes autoritarios y muestran actitudes más indiferentes. Estos son los datos más inquietantes y de peor impacto.
Respecto del nivel educativo, las cifras son concluyentes. A mayor educación, más apoyo a la democracia, menor indiferencia. Respecto al autoritarismo no hay diferencias relevantes. Ratificación histórica: el papel de la educación es crucial en las actitudes ciudadanas respecto al poder.
La clase social (autodefinida) también matiza los resultados. El estudio demuestra que las clases altas apoyan menos a la democracia y su postura de indiferencia son mayores. La clase media baja muestra el comportamiento más constructivo.
Un perfil descriptivo podría decir: el apoyo a la democracia lo expresa mejor un varón con educación universitaria, de más de 60 años y de clase media baja.
La satisfacción con la democracia es otro indicador significativo. En este año, llega a 28%, mientras que la insatisfacción bordea el 69%. Dos datos especiales: El Salvador registra la mayor satisfacción (¡!). Ecuador no llega a los 20 puntos; se encuentra entre los 6 países más críticos.
EXPRESIONES Y EFECTOS
La desconfianza con la democracia exhibe entre sus razones la falta de soluciones a los problemas cotidianos: empleo, alimentación, servicios y últimamente y en forma creciente, seguridad. La decepción lo genera igualmente la deficiencia en atención con “bienes políticos”: igualdad, justicia, dignidad, distribución, uso del poder. Y también las crisis económicas y los fraudes electorales.
Las expresiones de este deterioro son múltiples. Sobresale la corrupción en los más altos niveles. Se evidencia también en el desplome de los partidos políticos, la desinstitucionalización, el abismo entre clase política y ciudadanía, el personalismo, la interrupción de las presidencias. Y en el ejercicio del voto, el anti-partido, el abstencionismo, la anulación y el voto en blanco.
Estas expresiones se vuelven causa y efecto. La corrupción impregnada en el sistema, debilita la democracia; la democracia débil tiene menos mecanismos para poner freno a la corrupción. Un círculo vicioso perverso, complejo de solucionar. Con la violencia, el ciclo es similar.
El efecto más grave de este desengaño es la creación de condiciones favorables para el aparecimiento o fortalecimiento de sistemas autoritarios y populistas. Los regímenes cuasi dictatoriales -con máscara democrática- ya están presentes en América Latina, aunque el camino del golpe de estado y la figura militar, por ahora, no aparecen en el horizonte.
Las soluciones comprometen a todos los actores. Es preciso trabajar a nivel clase política y su avidez de poder. Y a nivel ciudadanía para impulsar su participación responsable. La democracia -para que no sea de papel- necesita ser reinventada antes de que sea tarde y nos arrase una nueva ola autoritaria. Los jóvenes tienen la primera palabra.
Al momento de escribir estas líneas, el candidato presidencial Fernando Villavicencio -denunciante de la corrupción- era asesinado en Quito. Otro golpe mortal a la democracia. (O)