"Con tu tarjeta, paga las de otros bancos"; "Tienes un crédito pre aprobado de hasta 50 meses de plazo"; "Crédito sin garante de hasta 36 meses"; "Accede ya a tu Avance de Efectivo.
Diariamente recibimos este tipo de comunicaciones en nuestro teléfono celular, correo electrónico, vallas publicitarias y hasta en redes sociales. Pero, ¿recuerdas cuándo comenzó tu mundo de las deudas?
Es inevitable que, a medida que nos adentramos en la edad adulta, nos enfrentemos al mundo real, donde el lujo de vivir en el lugar que nos gusta, salir a nuestros lugares favoritos, comer en los restaurantes de moda y seguir las últimas tendencias puede resultar costoso. Con nuestro primer trabajo, también llega nuestra primera tarjeta de crédito, y poco a poco nos permitimos algunos caprichos de la vida, pasando la tarjeta para satisfacer nuestros deseos en el momento en que los queremos. Pero llega el momento de pagar las cuentas a fin de mes y, en ocasiones, no logramos cubrir el 100% de nuestras deudas. Es entonces cuando comienza a desarrollarse nuestra pequeña bola de nieve financiera.
A medida que avanzamos en nuestra vida personal, adquirimos bienes a través de préstamos hipotecarios o compras en tiendas, ya sea una vivienda, un automóvil o electrodomésticos. Esto solo hace que nuestra bola de nieve financiera siga creciendo. A medida que formamos una familia y tenemos hijos, nuestras deudas aumentan aún más, ya que ahora tenemos que brindarles una educación de calidad, y los colegios no son precisamente baratos. Luego surge la idea de irnos de viaje al extranjero, quizás un all-inclusive en Cancún, llevar a los niños a Orlando o hacer un viaje romántico por Europa para revivir los tiempos de pareja. Y, ¿sabes qué? Todo esto permitido gracias al famoso diferido.
¿En qué punto termina este crecimiento desenfrenado de la bola de nieve financiera?
La pregunta es simple: ¿Queremos detener esa bola de nieve o seguimos permitiendo que crezca de acuerdo con nuestros deseos personales? Aquí es donde entra en juego un elemento básico, que depende, en gran medida, de la educación financiera que nos haya brindado nuestra crianza: el ahorro. Algo tan básico como no destinar el 100% de nuestros ingresos al 100% de nuestros gastos se nos complica conceptualmente, ¿por qué?
Piensa por un momento si el estilo de vida que llevas está directamente relacionado con tu realidad financiera, tu realidad económica. Reflexiona si alguna vez hiciste un plan financiero, donde establecías, de acuerdo a tus ingresos, tu capacidad máxima de gastos, endeudamiento, fondos de emergencia o ahorro para tus sueños personales, como un automóvil, una casa, viajes o incluso más hijos.
El problema de la educación financiera es global, y no solo afecta a los ecuatorianos. Es un problema que se extiende a todos los niveles socioeconómicos, ya sea que accedas a créditos en almacenes comerciales, en la concesionaria de autos, en una cooperativa, en un banco o utilices una, dos, tres o cuatro tarjetas de crédito. Si no tienes claridad sobre en qué punto establecer límites de consumo, terminarás atrapado en una bola de nieve, de la cual ni todos los bienes que has adquirido podrán salvarte en caso de una necesidad inmediata.
Es importante que tomemos conciencia de la importancia de administrar nuestras finanzas de manera responsable y prudente. La educación financiera no solo implica aprender a ahorrar, sino también entender cómo establecer prioridades, tomar decisiones informadas y vivir dentro de nuestras posibilidades. No se trata de renunciar a nuestros sueños, sino de encontrar un equilibrio entre nuestras aspiraciones y nuestra estabilidad financiera a largo plazo.
Detener la bola de nieve financiera requiere disciplina, planificación y una mentalidad consciente de los riesgos y las consecuencias de vivir por encima de nuestras posibilidades. Es hora de romper el ciclo y tomar el control de nuestras finanzas personales. Al hacerlo, estaremos construyendo un futuro más sólido y libre de deudas, donde podamos disfrutar de los placeres de la vida, sin que estos se conviertan en una carga financiera insostenible.
La decisión es tuya, y depende solamente de ti.
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