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Juan tiene 16 años, ingresó a la escuela de sicarios de la mafia albanesa desde los 12 y desde entonces ha asesinado a 45 personas. Es un testimonio que recogió el medio británico The Telegraph y es un reflejo de la realidad de muchos niños y adolescentes en Ecuador. ¿Cuál es nuestro papel en esto? Hacernos de la vista gorda y exigir más seguridad al nuevo presidente. El cambio debería comenzar desde nuestros hogares.

10 Noviembre de 2023 15.40

Tuvimos una charla en la oficina sobre la prevención del consumo de drogas. No sé cómo salió el tema, pero el médico nos dijo que los niños y las niñas que viven en hogares disfuncionales son más propensos a consumir drogas, legales o ilegales; poniéndoles en bandeja de plata para las pandillas y los grupos delictivos en Ecuador. 

¡Y la presión se siente! ¿Nuestros hijos son nuestro reflejo? Nosotros tenemos la gran tarea de crear buenas personas y buenos ciudadanos. Tenemos en nuestras manos la capacidad de “estropear” a una persona. Cuando escucho tantas cosas, locas e insensatas, que pasan en este mundo: los tiroteos en escuelas, violaciones grupales, bullying, pornografía, tráfico de drogas… muchas realizadas por niños y jóvenes, me pongo a pensar en qué hicieron mal esos padres, en qué se equivocaron, qué fue lo que les faltó o qué les dieron de más. Estoy segura de que ningún papá o mamá, con un poco de humanidad en su corazón, cría a su hijo para que se convierta en un sicario, un violador, un criminal.

El tema es discutible, como todo en esta vida. Muchos pensarán que la culpa no es de los padres, que la culpa es de los menores, que la culpa es del entorno… alguien debe tener la culpa. Es fácil poner un dedo acusador, pero cada uno de nosotros debemos aceptar esta culpa, ser responsables y aceptar que, como Estado, como familia, como comunidad, hemos fallado al no garantizar los derechos mínimos de los niños, niñas y adolescentes. Ser padre o madre debería ser un rol que se asume con conciencia, no solo a la suerte o la resignación. ¿Por qué hago énfasis en nosotros? Porque si no lo hacemos desde adentro, desde pequeños, quién lo va a hacer.

En 2021, 1.975 infantes y adolescentes fueron detenidos en Ecuador; en 2022 la cifra subió a 2.129 detenidos. En el primer trimestre de este año, las autoridades contaron con 494 detenidos menores de 18 años, según la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia de la Policía de Ecuador (Dinaf). En estas cifras, que seguramente se multiplicaron, están infantes de hasta 11 años. No nos olvidemos de la cara de Alias Boquita, el niño de 12 años que estuvo vinculado en el asesinato de un policía en Esmeraldas y en un secuestro en Quito. Los criminales se aprovechan de la vulnerabilidad y la falta de recursos para reclutar a menores; y sobre todo están supliendo las necesidades que otro tipo de organizaciones debieron solventar.

Con tantas desigualdades que existen en nuestra sociedad, me cuestiono sobre cada una de estas palabras. Yo estoy en una posición muy distinta a las madres que crían a sus hijos en barrios peligrosos de Esmeraldas o Guayaquil. Pequeños que son reclutados, amenazados y hasta embobados por el crimen organizado. Sin embargo, tengo miedo de que esas redes toquen la puerta de mi hogar. ¿Cuál es la diferencia entre un traficante del bloque 10 de Bastión Popular (Guayaquil) con un político que comete crímenes de cuello blanco? Seguramente crecieron en entornos diferentes, con oportunidades diferentes, pero cayeron en lo mismo. 

Es así que les invito a no ser indiferentes a regresar la mirada a tantos menores que están en las calles, que no han sido considerados dentro de ninguna política pública. Les invito a que miremos la educación y el amor que les estamos dando a nuestros pequeños. ¿Es suficiente? ¿Es lo mejor que puedo dar? ¿Mis acciones son el mejor ejemplo? Es momento de volver a lo básico y enseñarles lo que es la humanidad, el respeto y la empatía. Debemos rechazar por completo la existencia de las supuestas escuelas de sicarios para abrir espacios dignos para el desarrollo de nuestros menores, espacios que reduzcan las brechas, fomenten el amor al prójimo y el cuidado mutuo. Necesitamos pensar en una casa, un vecindario, una comunidad, un país… que permita que los niños y niñas jueguen, sueñen y sepan que tienen un futuro brillante por delante. (O)

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