Tras los resultados de las elecciones seccionales y de la consulta popular en Ecuador, al margen del nuevo conteo de votos que realizará el Consejo Nacional Electoral para despejar las dudas sobre un fraude que se habría perpetrado al más puro estilo Tibisay con reminiscencias nicas a Rosas y Danieles, han empezado a correr algunas cuentas regresivas que marcarán hitos importantes en el futuro político del país.
La primera cuenta atrás es la que ha iniciado el gobierno contra sí mismo. El objetivo urgente, obsesivo como el del capitán Ahab con su ballena blanca, debería ser la atención primordial a las clases más necesitadas que, a pesar de las promesas recibidas (siempre incumplidas) y de haber sido usadas como carne de cañón y escudo forzoso de protestas, paros y consignas, continúan viviendo en condiciones de miseria, sin acceso a servicios básicos, sin salud y educación mínimas, en total inseguridad y, sobre todo, sin esperanza alguna de alcanzar mejores niveles de vida.
La macroeconomía, el incremento de reservas (a las que viejos y malos conocidos ya les tienen puesto el ojo), la situación de la caja fiscal, han sido el punto más alto del gobierno, pero, habiendo llegado casi a medio período, ya es hora de preocuparse por la gente.
La cuenta regresiva del gobierno debería pasar además por un viraje de ciento ochenta grados en el manejo político, quizás su punto más débil hasta la fecha. Como parte de ese cambio, por ejemplo, debería evitarse las cadenas insulsas y las posturas ingenuas como la de aceptación de resultados de la consulta popular cuando había más de 47.000 actas cuestionadas y con un proceso de reconteo de votos en ciernes.
En relación con las acusaciones de corrupción, el gobierno debe separar de inmediato a los funcionarios señalados y cuestionados, incluso si son los más cercanos a su círculo, dejando en manos de la justicia los procesos de investigación y juzgamiento que correspondan. Y, por supuesto, deberá estar preparado para navegar en esas aguas turbulentas que llegarán muy pronto, las de un nuevo intento de golpe que será mucho más agresivo, más contundente y feroz que el que debió afrontar el año anterior, pues para los golpistas la cuenta atrás también ha empezado.
Y es que a nadie le queda duda de que el próximo paro indígena que se anuncia desde hace varias semanas, financiado con fondos ilícitos y propósitos turbios, promovido por mafias de mineros ilegales, será la punta de lanza del nuevo intento desestabilizador. Pero, además, los acólitos e instigadores que nunca faltan, ahora envalentonados por los resultados que obtuvieron en las elecciones seccionales, apostarán por la vía rápida que les devuelva lo que más ansían, añoran y necesitan desde hace seis años: regresar al poder para asegurar su impunidad, para disfrutar a sus anchas de todo lo robado y, en la medida de lo posible, montar otro refugio comunista al margen de toda ley que no sea suprema, como el de sus socios y cómplices cubanos, venezolanos y nicaragüenses.
Finalmente, también arrancó la cuenta regresiva para que decenas de tontos útiles y pendejos entusiastas rindan otra vez su homenaje íntimo al espejo del baño de sus casas, y se postulen en manada para el patético papel de chimbadores que han ejercido en las últimos procesos electorales. (O)