A los 23 años contraté por primera vez mi seguro médico privado y pagué mucho más por ser mujer y por estar en “edad fértil”. Los deducibles cambian y son más elevados por el tema de la maternidad. Lo he pagado continuamente y cada año sube por el cambio de edad y el porcentaje de inflación médica.
En 2022, cuando me enteré de que mi hijo venía en camino, vi al seguro con otros ojos, demasiado optimistas. Tenía dos opciones, gastarme los US$ 2.000 (monto máximo de cobertura) en las citas, exámenes y medicinas mensuales o guardar ese dinero para el momento del alumbramiento. Yo elegí el segundo camino.
Obviamente, estos montos son un aproximado y si acudes al sector público, la historia es otra. Cabe recalcar que lo intenté: tomé una cita en el IESS, pero tuve que esperar casi dos meses. Cuando me revisaron en el Hospital del Día de Cotocollao, el ginecólogo no tenía el equipo ni para realizar una ecografía, un camino muy duro que muchas ecuatorianas tienen que soportar. Paralelamente, tuve mi médico de cabecera y asistí a los controles mensuales hasta la semana 30; después tenía que acudir cada dos semanas y casi al final del embarazo las citas eran seguidas.
Cada una costaba US$ 50, por lo que en total gasté US$ 550 en controles prenatales. En mi caso tenía que tomar ácido fólico, calcio y aspirinas. Considero que en eso gasté, aproximadamente, unos US$ 450.
Ahora me voy a centrar en las cosas que estrictamente debía comprar, dejando por fuera las que, en cierto punto, son necesarias, pero no indispensables: ropa, juguetes, cuna, tina de baño, máquinas de ruido, calentadores, biberones, pañalera… y todas esas 'necesidades' que el consumismo de esta época nos obliga a adquirir. No voy a negar que sucumbí ante la influencia de las redes sociales y compré artículos que, hasta ahora, no los uso. Es un desperdicio de dinero, pensando que cada niño es un mundo y no todo es para todas. Son gastos que si los sumara la cuenta se inflara mucho más.
De acuerdo con una nota publicada en un medio nacional en 2010, en ese entonces se necesitaban al menos US$ 5.000, desde la concepción hasta el primer año de vida.
En mi caso, decidí dar a luz en una clínica privada, hice algunas cotizaciones y la más cara, fácilmente, superaba los US$ 7.000. Las más económicas estaban sobre los US$ 1.000 y me decidí por una intermedio que me costó US$ 4.000; los gastos incluían la cesárea, dos días de hospitalización y un montón de medicinas y otros rubros. Hasta aquí, la cuenta suma US$ 5.000, menos los US$ 2.000 que me devolvieron del seguro y más US$ 148 que debí pagar mensualmente a esta institución, es decir, la suma total hasta el parto es de US$ 4.300.
Cuando nace el bebé el cuento es otro y los gastos se multiplican. Los pañales son caros, no solo monetariamente, sino para el planeta. Cada talla cuesta diferente, pero si tomo el precio actual de los pañales, en promedio, gasto US$ 50 mensuales, lo que representa US$ 600 al año. Las consultas médicas son cada 30 días y el monto anual se acerca a los US$ 500, dejando por fuera las visitas extras por algún malestar repentino. Deben tomar probióticos, hierro, vitaminas… que nunca duran más de dos o tres semanas.
Además del sinfín de cremas y jabones si tienen “la suerte” de tener un bebé con piel sensible. Me tocó comprar la silla para comer, la silla para el auto, el coche, la alfombra para gatear… y tantas cosas que van sumando y son difíciles de contabilizar.
Opté por ponerle las vacunas de manera privada y cada dosis cuesta US$ 190 (son tres hasta el primer año de vida). Extra están las vacunas de la influenza y -debo agradecer- que el bebé hasta los siete meses y 18 días solo tomó leche materna; ahora complemento su alimentación con fórmula, que cuesta US$ 53 por cada tarro de 800 gramos. Tampoco, gasto en guardería ni en terapias externas, que no es el caso de muchas mamás. Según, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), las proyecciones eran que entre 2010 y 2022 nazcan 4,3 millones de niños, pero esta cifra solo llegó a 3,7 millones, lo que significa que existió una sobreestimación de alrededor 600.000 nacimientos.
El cuadro de nacidos vivos en 10 años tiene un decrecimiento, sobre todo desde 2018, de acuerdo con el Registro Civil y el INEC. Uno de los factores es la caída en la tasa de natalidad y quién no se cuestiona si es el momento de tener un hijo, pensando en la mega inversión que representa.
Son cifras que, entre la concepción, el nacimiento y el primer año de vida, fácilmente ascienden a los US$ 15.000. No he sumado todos los gastos diarios y las “cositas chiquitas” que voy comprando. En mi caso, he sido cautelosa con los gastos, pero siento que esta cifra sí puede llegar a los US$ 17.000. Es decir, debes calcular unos US$ 800 extras a tus cuentas mensuales.
Insisto: son costos aproximados porque cada persona puede optar por artículos más costosos o más económicos, pero la reflexión es que tener hijos cuesta. La inversión es a largo plazo y todos deberíamos hacer las cuentas y estar listos para sacar la billetera. No es tan fácil como parece y no me imagino cuando vaya a la escuela, debo comenzar a ahorrar desde ahora. También, pienso en el resto de las estadísticas y en el decrecimiento constante -desde 1997- de los matrimonios y en el aumento paulatino de los divorcios en el país.
Por experiencia propia, estoy segura de que los temas económicos son una de las causas principales, mucho más cuando hay niños de por medio. Conclusión: hay que poner en práctica las clases de matemáticas y hacer bien las ecuaciones antes de traer un bebé al mundo. (O)