Esta columna va dirigida, con respeto y solidaridad, a aquellas personas que están postradas en una cama fruto de una enfermedad incurable y terminal, cuyo fuerte dolor físico y emocional, no solo afecta a aquella, sino a la familia y seres allegados.
Puede que, desde la respetable perspectiva legal, religiosa o médica, hablar de la eutanasia sea un tema incómodo; pero por más incómodo que resulte, no es menos cierto la necesidad de hablarlo y exponerlo de una manera reflexiva, humana, entendiendo y poniéndose en la situación de aquel ser humano postrado en una cama, comprendiendo el profundo dolor y sentido de máxima dependencia que conlleva aquella infortunada situación.
Escribir de este tema, rebasando el tema jurídico, debe centrarse en mi opinión, más allá de lo moral incluso, principalmente en lo más profundo del sentir humano, el inmenso amor a la vida; sin embargo, hay circunstancias, en que la vida puede infortunadamente llamarnos a decir adiós. Esto ocurre justamente, cuando una persona indistintamente de su edad y condición socio económica, padeciendo una objetiva y real enfermedad o lesión física muy grave e incurable, la cual le genera un intenso e irresistible dolor físico y por ende sufrimiento emocional, decide libremente partir… Ante estas circunstancias, tiene mucho sentido, entender y comprender - sin juzgar - el desgarrador deseo, basado en el pleno ejercicio de la libertad del ser, de decir adiós a la vida, a los hijos, a los seres queridos, a los amigos, a los afectos, a los recuerdos, a los espacios vividos y recorridos, y a los momentos y espacios que nunca podrán vivirse y recorrerse, a efecto de con valentía y determinación, atravesar el último sendero, el que conduce al umbral de la luz de la muerte, como única, irreversible y última solución, acompañado del brazo de la Dignidad y del aliento de alivio...
Pocos países en el mundo, al momento, tendrían en su legislación este acto de no punibilidad al responsable profesional encargado de apoyar en tal decisión al enfermo incurable, entre ellos, estarían Bélgica, Canadá, Colombia, España, Países Bajos; sin embargo, mas allá de liberar de responsabilidad al médico tratante, y dejando a salvo por supuesto la objeción de conciencia; estaría algo más relevante aún, esto es, cuando los fríos párrafos legales alejándose de los paradigmas, cálidamente se acercan humanamente al lecho de dolor, para abrazar y apoyar con solidaridad y comprensión la decisión de quien está irremediablemente muriendo lentamente con intenso dolor…
Se ha presentado ante la Corte Constitucional una acción, encaminada a obtener una interpretación extensiva del Art. 144 del C.O.I.P., con la intención de eliminar la punibilidad de quien socorra en tal momento al enfermo incurable, que, de manera personal e inequívoca, exprese su voluntad de decir adiós a la vida, acción planteada por destacados juristas del país.
La eutanasia, en mi opinión, es una medida extrema y excepcional, muy dolorosa, que ojalá no se la debiera, pero comprensible al final del día, en la cual debe brillar el sentido de humanidad en la aplicación del legítimo derecho de libertad en la toma de tan importante decisión, y por supuesto de respeto al derecho a la vida, bajo el entendido que, la vida implica vivirla sin dolores extremos, y por ende aplicando el derecho de la persona de tomar en libertad, la dolorosa sin duda decisión, de elegir el momento de partir. Por supuesto, complejísima situación, en la que, enmarcado por el amor y acompañado por el dolor, se contraponen el deseo y la lucha de vivir del enfermo y de los seres queridos vs el intenso dolor y sufrimiento que genera la enfermedad al afectado y familiares; momento en el cual y como medida extrema, el mal menor sería soltar, partir, dejar la vida con decoro, en busca del anhelado alivio, descanso y paz….
La Eutanasia cuyas raíces griegas significan buen morir, en mi opinión no es un suicidio -asistido o no-, ni tampoco un homicidio, ya que no existe la intención de matar y de la víctima de no morir; sino más bien la intención es parar el dolor extremo, para lo cual se recurre a un medicamento con asistencia médica que a consecuencia de su aplicación y siendo la intención Aliviar, luego de haberse agotado todas las medidas y medicamentos paliativos, la consecuencia es el fallecimiento anticipado, pero no el fin propiamente. Vale reflexionar que, nadie quiere morir, ni siquiera el enfermo terminal, ya que la intención más bien de éste es parar el dolor físico y el sufrimiento emocional, pese que para aquello deba pagar con su vida.
Al respecto, vale reflexionara en el sentido de que, no cabe que un tercero, en la bondad de la salud, y mucho menos el Estado (que no puede ser dueño de la vida de nadie) puedan exigir heroicidad a alguien en etapa terminal. Adicionalmente, debe entenderse que, la legalización de la eutanasia en casos extremos, implicando el derecho a morir dignamente, la responsabilidad de tal decisión no es de terceros ni responsabilidad del Estado, sino que recae directa y exclusivamente en el afectado en el uso legítimo de su ejercicio de libertad; quedando incluso en tema de análisis ¿qué pasaría con un menor de edad en etapa terminal de alto dolor, en el cual, sus representantes legales (padres) deberían decidir por éste?
La vida siendo difícil, el ser humano busca la felicidad, alejándose del dolor; y en verdad nadie quiere morir, pese a que es algo inevitable; así el ser anhela que la muerte llegue con el menor dolor y lo más tarde posible, ya que asimilamos la muerte con el sufrimiento; sin embargo, en el caso de la Eutanasia, la muerte siendo muy triste se alimenta y amortigua del alivio de detener el dolor, volviéndose en este caso extremo, la única alternativa para dicho fin, para aquellas personas que tomen dicha valiente decisión. Siendo así, ¿cómo puede un tercero o el Estado, exigir a alguien que haga algo (permanecer viva) contra su voluntad, en función de lo que éstos creen que es correcto en la zona de la salud y no de la enfermedad terminal?
Desde esta columna, mi solidaridad y abrazo fraterno a aquellas personas en estado terminal y a sus familiares y amigos. De igual manera, respetuosamente me permito exhortar a los destacados miembros de la Corte Constitucional, a fin de que se pronuncien, cuidando los espacios constitucionales, pero sin dejar de ver los argumentos legales, pero también y sobre todo, los elementos profundamente humanos; todo lo cual con celeridad y de manera favorable… (O)