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"Las palabras son, en su mayor parte, la mentira más inofensiva; los actos, por el contrario, son la verdad de lo que realmente somos", Friedrich Nietzsche

7 Febrero de 2025 11.52

Es preocupante ver cómo muchas empresas promueven en sus redes sociales y páginas web valores como integridad, compromiso y respeto, pero en la práctica estos principios a menudo se quedan solo en palabras. No se trata de generalizar, porque existen excepciones, pero vale la pena reflexionar sobre la coherencia entre lo que se comunica y lo que realmente se vive dentro de una organización. Y esta reflexión no solo involucra a los colaboradores, sino también, y quizás más importante aún, a quienes lideran estas empresas.

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No hablo desde la teoría, sino desde lo vivido. La vida está llena de desafíos, y como profesionales, todos nos enfrentamos a obstáculos y buscamos maneras de superarlos. Recientemente, tuve una experiencia con una empresa reconocida en el sector, cuya imagen transmite confianza y prestigio. Sin embargo, la realidad fue muy diferente. No soy la única persona que ha tenido dificultades con ellos; son muchos los clientes que hemos sentido la falta de compromiso en el cumplimiento de acuerdos. Al revisar su página web, encuentro mensajes inspiradores sobre calidad y responsabilidad, pero en la práctica, estos principios no se reflejan.

Esto no ocurre solo en un sector en particular. En diversas industrias, las empresas invierten en campañas publicitarias llenas de promesas emotivas, envían boletines sobre su compromiso con el cliente y construyen marcas que parecen impecables. Pero cuando llega el momento de actuar con coherencia, de demostrar con hechos lo que predican, la respuesta muchas veces es evasiva o indiferente. No porque no puedan hacerlo, sino porque vender se ha convertido en la prioridad absoluta.

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Por supuesto, el crecimiento y la rentabilidad son esenciales para cualquier negocio. Esa es la esencia de la empresa. Pero existe una gran diferencia entre construir una organización basada en principios sólidos y utilizar los principios solo como una herramienta de marketing. Un cliente que elige tu empresa lo hace después de un proceso de confianza, de creer en lo que ofreces. ¿No sería justo honrar esa confianza con acciones que realmente reflejen lo que comunicas?

Es un llamado a la reflexión, sobre todo para aquellos que están al mando de las empresas. Más allá de las estrategias comerciales, ¿realmente están aplicando los valores que promueven? Porque la verdadera reputación de una empresa no se construye con discursos bien elaborados, sino con la experiencia real de quienes confían en ella. (O)

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