Cuando lo que haces transforma tu vida
El proceso de aprendizaje es infinito; la diversidad es un fenómeno dinámico continuo que requiere que nos eduquemos respecto a la disparidad, las diferencias en el trato y el restablecimiento de acciones que ayuden a promover el respeto y la inclusión.

Tenía diez años cuando nos mudamos a Londres con toda la familia; estaba feliz porque me había percatado que detrás de nuestra nueva casa, existía una escuela; yo pensé de inmediato que podría inscribirme en ella, hacer muchos amigos y comenzar una nueva vida con normalidad, sin embargo, mi padre aterrizó mi pensamiento para explicarme que no podía ir a esa escuela porque era privada y solo para judíos. No comprendía bien muchas cosas que pasaban a mi alrededor en torno a la religión, solamente había sido parte de poblaciones religiosas católicas mayoritarias en Ecuador. Nos habíamos instalado en un barrio de judíos sin ningún tipo de relacionamiento con nuestros vecinos. Me sentía fuera de lugar, no bienvenida y con la sensación de no pertenecer a ningún lado.

La vida nos va conectando con las memorias más relevantes para mostrarnos el verdadero propósito de nuestro existir; ser inmigrante, sobreviviente de cáncer, mujer, mestiza, esposa, madre, activista, heterosexual, y ante todo humana, me conectaron con una reflexión sobre quién soy y cómo puedo contribuir desde mi propia identidad y experiencia en el ámbito de la diversidad, equidad e inclusión.

Vivir el cáncer definitivamente fue difícil y me llenó de miedos, pero también me abrió las puertas a un cuestionario interno que me venía rondando la cabeza y el corazón para atender a un llamado más profundo y necesario que estaba sintiendo. ¿Qué cambió en mí? ¿A qué me quería dedicar en el ámbito profesional? ¿Por qué había dedicado tantos años a trabajar para ser aceptada como mujer, abogada y latina en una multinacional petrolera americana? ¿Por qué sentía ese llamado a trabajar en mi país en temas de inclusión de la mujer? ¿Por dónde debía comenzar, entendiendo que este desafío era ajeno a la realidad de mi país? La decisión que surgió de esta reflexión ya no estaba enfocada en mi ego, ni en el dinero, la posición o el reconocimiento de los demás. 

Hoy las respuestas a esas preguntas adquieren más sentido cuando me encuentro en mi día a día trabajando junto a personas y organizaciones en la construcción de entornos laborales diversos e inclusivos. Pero este camino trajo consigo nuevos desafíos, no solo para el entorno, sino también para mí. Nunca imaginé que para poder transformar el hábitat organizacional, debía primero transformar mi propio hábitat, el que nos grita por dentro.

A veces lo básico no es lo obvio. ¿Cómo empezaría este proceso de transformación en mí? Comencé trabajando en mi propia identidad, la identidad profesional y en mis relaciones personales. Tuve que quitarme la venda de los ojos para reconocer mis sesgos inconscientes y gestionarlos de forma consciente. Me sorprendió ver que prefería juntarme con personas parecidas a mí a nivel personal y profesional, excluyendo a aquellas que son diferentes por su origen, personalidad, experiencia o la forma en cómo se presentaban. Esto no solo me permitió comprender lo que yo hacía, también pude asimilar la actitud que los demás habían tenido conmigo en todos los ámbitos.

Uno de mis aprendizajes acerca de tomarnos las cosas de manera personal, se dio cuando me encargaron implementar un proyecto en once filiales, pero al intentar llevar a cabo mi trabajo, me tropecé con la oposición de un país vecino que a pesar de haber estado liderado por una mujer, no quería que yo desarrolle el proyecto; entendí que ella no tenía ninguna diferencia personal conmigo, solamente quería mantener los proyectos de su país liderados por personas de su equipo y nacionalidad. 

Ser consciente de mis sesgos me ha tomado tiempo, no les quiero mentir, muchos de ellos siguen ahí, pero tengo el profundo compromiso de continuar trabajando en ellos para construir mi sana transformación. Hoy por ejemplo, pienso más en lo que comunico y cómo lo comunico porque cometía micro agresiones involuntarias de las que hoy estoy más que atenta en no repetir; trabajo en la expresión de mi rostro cuando estoy escuchando un problema o alguien me está dando su opinión sobre algo determinado para que mis movimientos no demuestren aprobación o desaprobación; incluyo micro afirmaciones en mis relaciones con los demás, algo que antes me parecía innecesario, pero hoy me parece una forma de hacer sentir valorada a la otra persona; me hablo a mí misma con más dulzura, sin culpa y me motivo a trabajar en aquellas cosas pendientes que me dan temor ejecutarlas; me enfrento a dinámicas machistas entendiendo que tengo una voz y que siempre puedo manejar de mejor forma estos entornos.

El proceso de aprendizaje es infinito; la diversidad es un fenómeno dinámico continuo que requiere que nos eduquemos respecto a la disparidad, las diferencias en el trato y el restablecimiento de acciones que ayuden a promover el respeto y la inclusión. ¡Qué honor ser parte de este proceso que me permite aprender de personas diferentes a mí para ver el mundo, las situaciones y la vida misma desde múltiples perspectivas! ¡Bienvenidos tod@s a ser parte! (O)