Cuando dejamos de crecer empezamos a morir
Cuando sentimos que hemos dejado de crecer y nos preguntamos por qué, podemos reflexionar sobre lo aprendido hasta el momento y responder simplemente: hemos dejado de conocer cosas nuevas o de aprender, y por ende, hemos dejado de crecer.

Para comprobarlo, basta con observar la naturaleza. Cuando una planta deja de crecer, inicia su declive. Si no es revitalizada a tiempo para que continúe su crecimiento, morirá.

 Nunca podemos saber tanto como el universo, que en su estructura guarda la información para crear todo lo que ha sido creado, incluyendo la información para crear seres humanos. Dado que crecer es sinónimo de conocer cosas nuevas o aprender, el potencial de crecimiento es siempre infinito. Nunca sabremos tanto como el universo y, por lo tanto, siempre podremos aprender, o crecer.

 ¡Esto es una excelente noticia! 

Cuando sentimos que hemos dejado de crecer y nos preguntamos por qué, podemos reflexionar sobre lo aprendido hasta el momento y responder simplemente: hemos dejado de conocer cosas nuevas o de aprender, y por ende, hemos dejado de crecer. 

Los emprendedores solemos pensar de forma autónoma. En la búsqueda de nuestra individualidad, encontramos la confianza para resolver cualquier reto por nuestra cuenta. Esta es una característica fundamental y muy poderosa, especialmente al principio. Si no somos capaces de pensar de forma independiente, no podremos crear algo diferente en el mercado. Crearemos una copia de lo que ya existe y, por lo tanto, tendremos que enfrentar a la compañía que ya ocupa el nicho al que aspiramos. Una compañía con más recursos que nosotros, no solo económicos, sino también intelectuales que si ha hecho sus deberes disciplinadamente, estará diseñada para atender a los clientes que queremos de la mejor manera posible. Si decidimos crear una copia de lo que ya existe, será más difícil sobrevivir y lograr nuestro sueño de construir una compañía. 

La única opción es ser diferentes y, a tal efecto, debemos pensar de manera inusual. Para ello debemos ser nosotros mismos, pensar como solo cada uno de nosotros puede hacerlo.

 Indispensable como es al principio, esta mentalidad transmuta en una amenaza después. Llega un momento en el que el aprendizaje más importante que debe adquirir un emprendedor es el siguiente: para seguir creciendo necesito de un equipo compuesto por personas mejores que yo. Y esto es un reto enorme.

 A veces el ego es el obstáculo. El emprendedor ha sido durante mucho tiempo la fuente de creatividad de la compañía. Existe el temor a dejar de ser este motor, una idea falsa de que no existe alguien mejor que nosotros para realizar las tareas que nuestra compañía requiere. 

En otras ocasiones, es la desconfianza. Ya sea que pensemos que si otra persona conoce el funcionamiento de nuestro negocio nos pondrá la competencia, o bien, que no realizará un buen trabajo. 

Sin embargo, casi siempre la principal causa es el deseo de independencia que tenemos los emprendedores. De hecho, esta fue la principal razón por la que decidimos emprender. Porque no queremos que nadie nos diga qué hacer con nuestro tiempo, ni que decida sobre nuestro futuro. 

El anhelo de ser independientes oculta un deseo más profundo aún: el de querer ser libres. Y para ser libres debemos superar este obstáculo, de lo contrario, nuestra vida será un círculo de intentos de crecimiento y frustraciones. 

Imaginemos un techo por encima de nuestras cabezas. Cada vez que intentamos crecer, nos golpeamos contra él y no tenemos más opción que encogernos. No solo no logramos atravesar el techo que nos impide crecer, sino que también nos llenamos de frustración. Los días y las semanas pasan, y volvemos a intentarlo, golpeándonos inevitablemente y nuevamente contra el techo. Encogiéndonos una y otra vez. Más frustrados cada vez.

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Ese techo está construido de complejidad, una complejidad que, sin querer, hemos creado nosotros mismos en nuestra búsqueda constante de hacer que las cosas funcionen.

 Cuando se convierte en una forma de operar, es un desgaste emocional y mental que quizá no nos derrote (los emprendedores somos resilientes), pero que definitivamente se convierte en un drenaje de nuestra energía y creatividad. Energía y creatividad que gastamos innecesariamente y que quisiéramos emplear para agregar aún más valor al mundo. 

Cuestionémonos… 

¿Quiero gastar mi creatividad y energía en un círculo vicioso cuando podría invertirlas en mi crecimiento?

 Obvio no.

 ¿Cómo invierto mi creatividad y energía para crecer?

 La respuesta a esta pregunta ya fue abordada, pero si por alguna razón se nos perdió en el camino, la repito aquí: contando con personas mejores que nosotros a nuestro alrededor. 

Este es mi primer artículo para Forbes y estoy emocionado (¡al fin podré actualizar mi LinkedIn!). Esta primera entrega tiene un único objetivo: que el lector tome conciencia de lo que está sucediendo. La luz disipa la oscuridad y nos permite intuir naturalmente el siguiente paso. Sé que quedan algunas preguntas por responder. Pero no será hoy. En mi siguiente artículo, les contaré mi técnica para atravesar el techo de complejidad. (O)