En el 2021 que acaba de terminar, nuevos términos se pusieron de moda. De pronto todo el mundo andaba actualizándose con el precio de las criptomonedas y de los varios productos que se pueden desarrollar con la tecnología “blockchain”, llamados en conjunto la “web3”, para diferenciarla de la “web1”, las primeras páginas de internet y de la “web2”, la web dominada por las redes sociales. Todo esto bajo una política monetaria de dinero barato, que ha incentivado la especulación y, lastimosamente, las estafas.

Hay que tener en cuenta también que los grandes fondos de capital de riesgo han apostado millones en esta tecnología, pero no comprando criptomonedas, sino más bien invirtiendo en empresas que generen nuevos productos, apostando a que de esta manera se pueda ofrecer al cliente mejores servicios a precios más bajos que la estructura actual. Así, se han popularizado términos como NFT´s (obras de arte registradas en una blockchain), DAO´s (grupos de personas que se coordinan a través de reglas inscritas en un blockchain), juegos “play-for-pay” (juegos que pagan con criptomonedas a los que juegan), DeFi (aplicaciones de servicios financieros) y stablecoins (criptomonedas que son convertibles 1 a 1 frente al dólar), que no son más que categorías de productos que utilizan blockchain. También existen intentos de crear aplicaciones parecidas a Facebook y Youtube usando tecnología blockchain, donde se les pagaría los creadores de contenidos con criptomonedas. 

Lo cual nos lleva a la siguiente inquietud: ¿Podrán estos productos nuevos ofrecer ventajas a menor precio para los clientes, desplazando a los que dominan el mercado actualmente? Viendo el ejemplo de Bitcoin, parece que no es tan fácil. Bitcoin es un blockchain que tiene más de 10 años con la promesa de que podía reemplazar al dólar (que supuestamente iba a colapsar) y aún no se puede usar ni para comprar una bebida, básicamente por altos costos de transacción, falta de aplicaciones amigables para el usuario común y su inherente inestabilidad. Incluso, en El Salvador (primer país en aceptar Bitcoin como forma de pago) usarlo le ha traído más problemas que facilidades al Gobierno, luego de que este invirtiera en él con el presupuesto nacional. El resultado es que las arcas públicas salvadoreñas han perdido un 14% de su valor tras la caída de Bitcoin. 

Pese a todos estos ejemplos, lo innegable es la cantidad de fans que siguen ganando las criptomonedas, en especial entre los lavadores de dinero, quienes parecen ser los que más interés tienen en usar medios de pago no supervisados por autoridades financieras.

Tal vez en este punto vale recordar lo que pasó a inicios del siglo con las empresas de internet, la llamada burbuja puntocom. Entre 1997 y 2000, hubo un aumento vertiginoso de toda empresa dedicada al comercio electrónico, basada en la teoría de que la “nueva economía digital” iba a permitir un crecimiento imparable producto de las posibilidades del internet, casualmente en una época de dinero barato. 

Para el año 2002, al reventar la burbuja, el NASDAQ (índice de las empresas tecnológicas) llegó a los 1.114 puntos, después de haber llegado a un pico arriba de los 5.000 puntos en el año 2000, perdiendo aproximadamente el 78% de su valor. De esta burbuja, salieron bastante golpeados los pequeños ahorristas que se habían emocionado con inversiones de riesgo, pero empresas como Amazon, Google, eBay y Mercado Libre, que lograron sobrevivir, se consolidaron como referentes a nivel mundial. Entonces, lo que podemos concluir es que, si bien la burbuja hizo mucho daño a una gran cantidad de inversionistas, el dinero de la burbuja ayudó a desarrollar la infraestructura del internet para los años venideros, dejando valiosas lecciones. 

¿Qué significa esto para los desarrollos cripto y el mercado actual? Que es posible que estemos viviendo el fin de una burbuja, donde la gran mayoría de empresas en el mundo cripto estén destinadas a desaparecer, pero que van a quedar algunas que definitivamente van a revolucionar el uso del internet con nuevos servicios. Simplemente es aún muy temprano para saber cuáles son los proyectos y productos que en realidad van a generar un impacto duradero. Mientras tanto, estaremos atentos. (O)