Es probable que usted haya tenido conocimiento que tanto a nivel mundial como regional el ambiente económico está marcado por la complejidad para tomar decisiones, así como por la incertidumbre. Ciertamente lo aseverado no es reciente. De hecho, varias voces autorizadas en el campo técnico económico (por citar al premio nobel de economía 2008 Paul Krugman) subrayan que la salud económica global es delicada, y que la misma ha atravesado y soportado con algo de ventura recientes momentos de tensión que empeoran su estado, como por ejemplo el impacto generado por China respecto a la gestión del SARS-CoV-2 y consecuentemente de la COVID-19, y cómo dicha nación se ha comportado en cuanto a la disposición y manejo de la cadena de suministros; las repercusiones del conflicto entre Rusia y Ucrania; y las consecuencias de las determinaciones tomadas -principalmente económicas y de comercio exterior- por el presidente de EE.UU., Donald Trump. En suma: el aparato económico global viene lidiando con el fenómeno de la recesión (estado en el cual la economía crece muy poco o decrece).
Si nos centramos en el entorno ecuatoriano, con base en los datos (de fecha 15 de enero de 2025) ofrecidos por el Banco Central del Ecuador (BCE), revelan que la economía (con un PIB de más de 100.000 mil millones USD, al año 2023) está en recesión desde el primer trimestre del 2024 (y se continuó decreciendo durante el segundo trimestre y el tercer trimestre). A todo esto, las proyecciones -tanto propias como extrañas- para este año apuntan al optimismo (la más optimista es la del Banco Mundial: se crecerá en 2,0%; la menos optimista es la del BCE: se crecerá en 1,5%), aunque en lo personal creo que el efecto rebote va a superar el primer semestre de este año 2025 en especial por que aún no experimentamos -con la intensidad del caso- las repercusiones de la sequía y de la crisis energética (de 14 horas diarias de suspensión de energía eléctrica) tenidas en el último trimestre del 2024.
Ahora bien, como país hemos tenido al menos otras dos novedades, adicionales a la anteriormente mencionada, y que dan forma al panorama económico interno y circunscriben cómo lucimos ante el mundo: a) dificultades en el ámbito de la seguridad ciudadana (y, desde luego, empresarial, al hablar de la protección de la propiedad ajena), y con miras a alcanzar estabilidad y promover quietud y tranquilidad; y, con algo más de tiempo como asunto pendiente: b) retos en la institucionalidad; y, c) mayores acuerdos -y menores conflictos- entre las funciones del Estado. Es elemental afirmar que existe afectación en el indicador de empleo, en la capacidad adquisitiva de la población y en el plan estratégico nacional que busca que la economía crezca y se dinamice; esto último se agudiza aún más cuando la atmósfera en la cual se cultiva es la electoral. De ahí que los mercados adoptan una conducta cauta y expectante ante la decisión -política- del 'gran elector' en cuanto a decantarse por un hombre o por una mujer -con su plan de trabajo e ideología... y con su personalidad, con luces y sombras- para liderar la patria desde el Palacio de Carondelet. Surge entonces la explicación del por qué el riesgo país (cifra que refleja el margen de maniobra de un determinado país para afrontar su deuda externa; y, qué tan atractivo o desilusionante se vuelve para con la inversión extranjera) se ha elevado.
El contexto llama la atención de quienes nos dedicamos al análisis económico desde la docencia o desde el ejercicio profesional empresarial. La decisión de 'cruzarse de brazos' no está sobre la mesa. La expectativa de una continuidad o de un giro político es natural. La lógica marca el rumbo: existirán quienes opten por una de las dos opciones, y quienes abracen anular su voto o abstenerse (en blanco). Sin embargo, la visión debe ir más allá de la 'de gobierno': debe ser 'de Estado'.
Como he indicado, la visión de quien asuma las riendas del país debe ser 'de Estado'; pero también de propender a la concreción -expedita y estratégica- de alianzas comerciales. Tal visión es el norte para generar progreso económico a través de atracción de inversión extranjera directa, mejora de competitividad, generación de empleo, aumento en capacidad adquisitiva de los hogares, mayor tributación/recaudación. Es esperanzador contar con resultados de superávit en la balanza comercial gracias al dinamismo del lado de las exportaciones -no petroleras-. ¡Más presencia del país en el mundo! No obstante, las importaciones han venido cayendo al estar atadas por el lado del consumo (minoritario). No todo es alentador. Mientras nuestros vecinos como Perú y Colombia han acelerado su paso en la concreción de un TLC con EE.UU., nosotros mantenemos esa tarea aún al pendiente (De paso, se requiere más que la sola voluntad del Ecuador, o de ser atractivos con nuestros productos estrella; hay que generar confianza, y de seducir con tareas terminadas como la seguridad ciudadana, la seguridad jurídica, relajar y monitorear barreras de entrada de oferentes extranjeros, y reducir y monitorear el ISD a la importación de bienes de capital y materias primas, que este año gravan 5% y 2,5%, respectivamente). Muestra que estimula a repensar y actuar: el contar con un Acuerdo Comercial con la Unión Europea ha logrado negociaciones crecientes y de largo plazo (justamente por ventajas comerciales y arancelarias propias del acuerdo), de ahí que la participación hoy llegue al 25% (Con cacao, camarón y plátano). Y lo que está por venir: en este año se culminaron negociaciones para la suscripción de un TLC con Canadá. El año anterior entró en vigor el TLC con China. La expectativa de la entrada en vigencia del TLC suscrito con Corea del Sur. Dentro de la región, nuestros vecinos mantienen un TLC suscrito con EE.UU., mismo que como país no se cuenta y resulta ser una desventaja para la oferta exportable (misma que ingresa sin esquemas preferenciales a nivel comercial y arancelario).
Las y los electores claman a que las y los líderes conciban que solos como país no podemos; necesitamos de trabajo en equipo, entre países, para salir del subdesarrollo. (O)