Todos recordamos cómo se sienten esos segundos antes de que empezara a sonar la campana del recreo. En esos interminables segundos, todos queríamos salir corriendo. El corazón se aceleraba y los planes de juego, conversación y diversión hacían casi imposible poner atención al profesor, quien intentaba aprovechar los últimos minutos de clases. Hoy, cuando cerramos los ojos y pensamos en cómo se ve un recreo escolar, gritos de alegría y caos son las imágenes que deberían llenar los patios de nuestras escuelas.
La realidad es que la vida de los niños se convierte en contar los minutos para salir al recreo, espacio tan apreciado y valorado, pero lamentablemente tan escaso. Resulta que los niños en edad escolar tienen menos minutos de recreo que los presos en una cárcel.
Se ha descubierto que, en las penitenciarías, a nivel mundial, hay mayor tiempo libre y de recreación para los reos. Se les concede más de dos horas al día para salir al sol, interactuar e involucrarse con otros prisioneros. En consecuencia, se ha observado una menor incidencia de agresiones y de faltas de comportamiento, así como una directa relación de cooperación entre ellos. Estos espacios son asignados porque hay investigaciones que apoyan los beneficios colaterales que traen.
Los niños, por otro lado, acuden a instituciones educativas en las que pasan entre seis y ocho horas al día, con menos de 30 minutos de libertad. A pesar de todos los estudios en salud, desarrollo y derecho infantiles, los líderes educativos deciden ignorarlos; piensan que si limitan los minutos de recreo y aumentan la enseñanza formal académica, los estudiantes tendrán mejores resultados de desempeño. Pues la realidad es exactamente lo contrario.
La Academia Americana de Pediatría publicó las consecuencias de privar de recreo a los niños en las escuelas. Este reporte alerta que el recreo es un componente crucial y necesario del desarrollo de un niño y, como tal, no debe ser retenido por razones punitivas o académicas (AAP, 2013). El recreo, como espacio de juego desestructurado y de descanso, ofrece beneficios que muchas veces son ignorados por los padres y educadores.
Entre los beneficios cognitivos están el desempeño cerebral y la necesidad de descansar de trabajos rigurosos cognitivos, para imaginar, conectar, pensar, moverse e interactuar. Numerosos estudios han demostrado que el recreo, practicado en espacios externos o internos, tiene como resultado que los niños estén más atentos después, y que su productividad en clase aumente (Jarret, 2011; Robert Wood Johnson Foundation, 2013; Stelino 2010). Si bien el recreo es más necesario en la edad primaria, para los adolescentes es igualmente beneficioso tener un descanso académico en el día para poder optimizar su procesamiento cognitivo.
Los beneficios emocionales resultan cruciales. Después de la pandemia del 2020, que tuvo como consecuencia un confinamiento masivo para niños alrededor del mundo, el recreo tiene mayor relevancia aún. Este promueve aprendizaje socioemocional y desarrollo en los niños, al ofrecerles tiempo para interactuar con sus pares, con quienes practican destrezas de roles y comunicación, esenciales para su crecimiento. Destrezas de comunicación como negociación, cooperación, toma de turnos y resolución de conflictos son esenciales para el progreso académico y la autorregulación. Además, el recreo es la fuente de manejo de estrés más importante, dado que su desestructura permite retomar el control de decisión sobre actividades y elección de juego que cada niño puede practicar. Mientras los niños se adaptan y se ajustan a la complejidad de las relaciones sociales, su desarrollo cognitivo aumenta, lo cual se trasladará al aula.
En cuanto a los evidentes beneficios físicos del recreo, habría que resaltar la oportunidad de contar con más minutos de actividad física, tan necesaria ahora, sobre todo después del aumento del sedentarismo a raíz de la pandemia y las clases virtuales. Muchas escuelas ofrecen clases estructuradas de educación física a sus estudiantes, pero el recreo es una fuente de movimiento que también aporta a este beneficio, ofreciéndoles disfrute y gozo a través del juego desestructurado.
Aunque no hay un número universal de minutos recomendado, podemos explorar casos de éxito a nivel mundial. Japón, por ejemplo, ofrece 15 minutos de receso por cada 45 minutos de instrucción en clase. El modelo finlandés se ha hecho famoso por respetar y considerar los tiempos de recreo como espacios sagrados para el desarrollo aplicando también los 15 minutos por cada 45 de clases. A pesar de la fuerte evidencia a favor de respetar tiempos de recreo, muchos líderes educativos se ven presionados por las demandas académicas de sus currículos o por aprobar las pruebas estandarizadas, cuando se sabe, por la vasta literatura, que si no se les da a los niños suficiente tiempo de recreo, sus resultados académicos serán inferiores (Sibley & Etnier, 2003).
Es tiempo de actuar y hacer valer los derechos de los niños, quienes durante años han sido afectados y tratados como prisioneros en una cárcel. Muchas escuelas todavía utilizan el acceso al recreo como mecanismo de castigo o manejo de disciplina, cuando irónicamente lo que se fomenta con esto es más frustración, irritabilidad y posible agresividad en los niños que carecen de receso. Muchas escuelas aún limitan el uso del baño y la toma de agua en espacios de clase, por lo que los niños se ven obligados a atender sus necesidades fisiológicas según la conveniencia del sistema educativo. Muchas escuelas asignan sus escasos 20 minutos de recreo para jugar y comer. No es sorprendente ver que para los niños es más importante jugar que comer. En efecto, el juego no solo incide en el desarrollo del cerebro, sino que es un vehículo esencial de exploración del mundo. Por esta razón los niños no dejan de jugar nunca; le dan prioridad al juego, más que al alimento.
Tenemos mucho por hacer. Empecemos levantando nuestra voz por ellos. Al día de hoy, 2022, las investigaciones no hacen sino confirmar la importancia del recreo para el sano desarrollo infantil. Como padres, educadores y sociedad en general, debemos exigir a las instituciones educativas que prioricen espacios de juego desestructurado, extiendan los minutos de recreo y aumenten su frecuencia. Los resultados serán visibles a nivel de rendimiento académico y de disciplina. ¿Te unes para ser parte de la campaña de #liberenalosniños? (O)