Muchos pensarán que esta afirmación no es cierta, porque la hemos cursado todos y está presente en casi todo el ciclo estudiantil, desde la primaria. Se la incluye como parte de Estudios Sociales, en la secundaria es considerada como materia básica o fundamental, en 3.º de bachillerato se presenta con el nombre de «educación para la democracia o cívica» y en la universidad también podría estar incluida dependiendo de la carrera.
De acuerdo con los lineamientos del Ministerio de Educación del Ecuador, es una asignatura que ofrece al estudiante las herramientas conceptuales y prácticas para promover la discusión sobre diversos problemas de interés colectivo, brindándole la oportunidad de analizar diferentes puntos de vista, y orientándolo también a la resolución de las situaciones problemáticas. No es una transmisión simple de conocimientos, conceptos y normas que instruyen a las personas para sufragar o elegir autoridades, es así como Constanza Mazzina, expresa que Educación para la Ciudadanía es un espacio, de alfabetización política que busca que los estudiantes se apropien de una verdadera cultura democrática, que revaloricen la identidad nacional, los valores constitucionales de igualdad, libertad, respeto, tolerancia, equidad y, sobre todo, la participación activa, responsable, fundamentada y con conciencia en asuntos cívicos y políticos que conlleve a los ciudadanos a un mayor desarrollo de sí mismos y por ende de la comunidad (Ministerio de Educación).
Al parecer la asignatura tiene un planteamiento con objetivos claros y direccionados a dar valor a nuestra identidad y al fomento de una buena convivencia a través de diversos valores. Siendo así, debería entonces dar resultados positivos en quien la recibe. Sin embargo, a lo largo del tiempo, yo diría que desde las generaciones de nuestros abuelos e incluso antes, se habla de un país dividido, polarizado entre gente de bien y aquellos que no lo son tanto, de racismo, de desigualdad, de estereotipos, de prejuicios y de exclusión social. Basta mirar las redes sociales, para encontrar comentarios de carácter agresivo, de odio, de desprecio hacia los otros, que aparentemente no son iguales.
La Constitución Política de la República consagra la existencia de un Estado Pluricultural y Multiétnico. Esto significa que nuestra Nación tiene diversidad de pueblos, con derecho para expresarse y desarrollarse, conservando su identidad. Si hablamos de etnias en el país existe la presencia de mestizos, indígenas y afroecuatorianos.
En el Censo de población y vivienda realizado en el 2010, la mayor parte de la población se auto identificó como mestiza (71,9%) seguida por quienes se consideraban montubios (7,4%) afroecuatorianos (7.2%), indígenas (7%) y blancos (6.1%). El Estado ecuatoriano reconoce la existencia de 14 nacionalidades y 18 pueblos indígena que actualmente, habitan en los Andes y en la Amazonía ecuatoriana. Esto solo debería llevarnos a pensar que en la diversidad está la riqueza y no lo contrario.
Quizá la solución no se encuentra en fortalecer la asignatura o en dictarla más días a la semana, posiblemente está en vivirla, es decir, en llevarla a la práctica la igualdad, libertad, respeto, tolerancia y equidad transfiriendo estos conocimientos a diversos contextos y situaciones. Pero esto no está solo en manos de los maestros, también está en quienes formamos a otros seres humanos desde el ámbito familiar, los padres somo quienes podemos fomentar todos estos valores y mejor si es a temprana edad, para evitar etiquetas y la formación de estereotipos que tanto daño hacen a la sociedad.
¿Cómo hacerlo? con el ejemplo, con el lenguaje corporal y verbal que tenemos cuando frente a coyunturas como las vividas en estos últimos días, evitamos un lenguaje de desprecio y de odio frente a los niños y por el contrario explicamos el valor que tiene vivir en un país diverso, donde todos podemos contribuir desde nuestras culturas, lenguas y habilidades. (O)