El discurso de que se puso en orden la casa referido a la política económica y en especial a la mitigación del desequilibrio fiscal, sin señalar que falta continuar por ese sendero, creó un malentendido público que ahora supone que el gobierno tiene dinero que sobra, cuando en la vida diaria de la tesorería del MEF se hace toda clase de maniobras para poder mantener algún grado de atención a las más urgentes necesidades nacionales de una realidad que ha traído consigo nuevas y complejas obligaciones.
Cierto es que los ajustes hechos-duros e incomprendidos- ayudan a tener el buque a flote, pero no es menos cierto que lo obtenido no alcanza para todo lo que se ha comprometido en el presupuesto del 2023. Falta plata, así de simple y a la vez complejo es la descripción del problema y la formulación de su solución.
Según las cuentas públicas, al gobierno le faltan ingresos, pero a los municipios, las empresas públicas, al IESS, en fin a todas las entidades que tienen algún grado de autonomía, les sobra dinero. Por eso, cuando se consolidan las cuentas, mientras el gobierno tiene déficit, la totalidad del sector demuestra superavit. Y, con este dato, muchos creen que sobra plata, cuando ese excedente no puede disponerlo el gobierno ya que no le pertenece, además de que nace la pregunta: ¿quien la tiene?
¿Cuan cierto es ese superávit?, es otra cuestión que merece precisarse, pues de lo que sabemos, instituciones como el IESS tienen déficit de caja, pero en la consolidación de cuentas aparece con superávit. ¿Quién explica esto? El IESS se come cada año una parte de las reservas, pero los datos consolidados no nos dicen eso. Es más, si el gobierno no le paga al día, la cosa se pone color de hormiga. Y, la verdad, es que suda la gota gruesa para hacerlo, y hacerlo además con más bonos porque no hay plata en caja.
Un porcentaje altísimo del gasto corriente se va en educación, salud, bienestar social, policía, fuerzas armadas. Queda poco para lo demás. Por aquí, además hay que reforzar la seguridad, mantener los programas sociales, cubrir los daños del momento y no son pelo de cochino. El gobierno sigue pasando el sombrero a las entidades internacionales para que nos ayuden, pues ni pensar en ir al mercado internacional ya que poco se puede obtener, y eso, si se obtiene. Del mercado interno ya raspó la olla.. ¿Qué queda por hacer? ¿Ah, los subsidios?, pero ese es tema inflamable
No hay un camino fácil ni rápido, pero se impone un programa estructural de calificación de la calidad del gasto público. Hay que evaluar a fondo y poner metas muy precisas de objetivos a alcanzarse por cada dólar entregado a un fin específico. El gasto superfluo o inútil debe tener sanciones ejemplarizadoras. Deben discutirse los ordenes de prioridad de gasto y transferir a actividades privadas todo aquello que sea secundario.
Volvemos a la gran pregunta básica de la política económica: ¿Cuál es el papel del Estado en la Sociedad y de manera particular en la economía? Lo que hoy hace no lo hace bien. Ofrece servicios de cuestionada calidad y oportunidad. En emergencias de seguridad, el Estado está rebasado porque no tiene los recursos o, por que no los usa de forma adecuada. La historia que se repite y repite esta plasmada en el grito: ¡No nos dan todo lo que necesitamos!, pero nadie está dispuesto a someterse a una evaluación de la eficiencia, transparencia en el uso del dinero entregado por los contribuyentes.
Que no existe inversión pública es otro comentario recurrente. Así es, y no todo lo que se registra cubre la calificación de tal. ¿Qué se puede hacer? Ya que sin inversión, pública y privada, no hay chance de crecer. Primero, sin estabilidad política la cosecha es magra, como dicen en el mundo popular: “un piti” será posible lograrlo. Sin dinero el gobierno y sin fuentes adicionales legítimas, el camino de las APP (Alianzas Público Privadas) es el que le queda, con normas que aseguren competencia en los proyectos, licitud de las empresas y objetivos precisos a conseguirse. Y, todo esto, con un programa tipo camisa de fuerza en la búsqueda de la calidad del gasto. ¿Será posible? Alguna vez, habrá conciencia de la complejidad del problema para conseguir un acuerdo nacional que rompa esta forma política de creer que el Estado consigue dinero como lo hace el mago con los objetos que saca de la nada. (O)