La celebración del Black Friday llegó para quedarse, como el Halloween o el Papá Noel. Poco importa su origen; ya está incrustado en nuestros negocios y en nuestra cultura. La gente los espera, los extraña, se prepara.
El BF tiene dos significados. El primero: promociones, descuentos, regalos como gancho para botar la casa por la ventana y recuperarse de los días malos. Lo del color negro proviene del hecho de poner en negro (positivo) las cuentas que han estado en rojo (negativo). Lo del día viernes quedó solo como adorno. Se estira... a los jueves, a los fines de semana, al mes entero.
El segundo refiere al caos, desorden y estrés que se produce el después del Día de Acción de Gracias en EU. Y anuncia también la temporada de compras navideñas. Clientes por legiones y tráfico insufrible. Este sentido, ha perdido fuerza. Se impone el consumo frenético.
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En el paisito, lo del BLACK nos calza perfecto para recordar nuestras negruras. En especial, las ocasionadas por los cortes de luz. Son tiempos de tinieblas. Y no solo por la luz. También hay oscuridades en otros servicios, en el transporte, en la convivencia diaria, en la política. Sombras nada más.
El BF muestra 3 fenómenos llamativos. Primero, la diversidad de intereses. Mientras unos buscan lujos y diversiones (última moda en tecnología, ropa...) otros compran para la sobrevivencia o la reventa (arroz, azúcar, aceite, granos, papel higiénico...). La gente de escasos recursos funcionaliza lo que puede para mejorar su condición. No importa si son celebraciones paganas o religiosas.
Segundo, el consumismo. Tendencia generalizada por comprar bienes (a veces servicios) de manera excesiva, muchas ocasiones más allá de las necesidades básicas. Un estado de ansiedad y urgencia por poseer productos de moda, de estatus, de ostentación, de imitación. Una especie de fiebre imparable. No importan las filas interminables, los atropellos, los empujones, las avalanchas. Comprar y gastar es la consigna.
Y tercero, la publicidad. La invasión de todos los tiempos y espacios, de todas las rendijas. La gran campaña de engaños, con música, ruidos, colores, regalos, niños, viejos, para atrapar gente, para pulsar en el mundo de las emociones que incita a poseer. La exageración insólita de los atributos de los productos en venta. El juego sucio para posicionar prioridades en la escena. Consumismo, engendro exacerbado por tácticas mañosas de persuasión.
SITIADOS POR LAS SOMBRAS
Las negruras, por extrapolación, nos llevan a otras esferas. La predominante es, sin duda, el corte de energía eléctrica. Corte que parecen tener comportamiento político. Cambia de colores según la ocasión. Todo indica que se acabará antes de la campaña de los salvadores. Ojalá antes.
Las negruras no terminan ahí. Ella es la más visible pero también en el agua empiezan los nubarrones. La sequía ha llegado con doble alarma: extensión de racionamientos (existen desde hace fú en varios lugares) y amenaza de aumento de precios del servicio. Con un argumento pobre y autoritario: solo subiendo el precio la gente va a cuidar el bien. Pedagogía brillante del Alcalde.
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Y vienen más oscuridades. En ellas, dos mujeres son protagonistas. Una, la Vice Abad que alegremente amenaza, de llegar a la Presidencia, con bajar el IVA, subir los subsidios a los combustibles, descabezar al Gabinete. Agenda personalísima y vengativa. Ha desestimado, ¿por ahora?, las amnistías a los que sabemos. Pero no habrá apoyos sin que le pasen factura.
Otra, la exministra Arrobo -con huellas correístas en su equipo- enjuiciada por sabotaje. Ha asegurado que advirtió al Presidente del negro que se venía. Y que primó la sordera y la ineptitud. Ahora, no asiste a su juicio en el Parlamento "para no humillar al régimen". Qué ternura, qué altura.
En la Asamblea, no hay cambios. La sequía y la negrura parecen ser su identidad y su sino. Caminan por otro país. Miran solo con un ojo, el que favorezca a su partido o a su argolla. Sobre todo si trae aparejado la impunidad y el retorno. Se alían hasta con el diablo para ensuciar la imagen de Noboa. No hay muchas luces en estos escenarios. Como si fuera poco, los padres de la patria nos sorprendieron con su show de tecnocumbia. Cómo trabajan, cómo debaten, cómo la mueven.
Y claro, vale la pena aunque sea una línea para mencionar la oscuridad que se viene desde enero con la campaña electoral, luego del bálsamo de la Navidad. Ya llegan los nuevos redentores, entre quienes predominan los mediocres, los perdedores y los bailarines. Sombras nada más.
Pero eso es otra historia... (O)