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Comida desperdiciada
Columnistas
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Cuando nos imaginamos las cosas que le hacen daño a este planeta, me vienen a la mente escenas de chimeneas industriales, carros en el tráfico o derrames de aceite. Pero, no solemos pensar en la comida que desperdiciamos, su efecto en el planeta y menos aún, en el resto de las personas que se fueron a dormir con la barriga vacía.

14 Enero de 2024 19.24

Con la mano en el corazón, ¿cuánta comida desperdicias de tus compras semanales o mensuales? En mi caso, intento consumir todo. Pero siempre hay esos vegetales que nunca llegaron a la ensalada, esa carne congelada que ha visto pasar dos presidentes y un par de tarros de leche de soya que parecen estar a punto de cobrar vida. Odio botar la comida, no me gusta, me parece un verdadero pecado. Por un lado, los productos que se descomponen liberan más gases de efecto invernadero en su precaria vida dentro de mi ciclo alimenticio; y, por otro lado, en un país con altos índices de desnutrición, me da mucho remordimiento. 

De acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en el mundo se desperdician 931 millones de toneladas de alimentos cada año (el 17% del total de los alimentos disponibles para los consumidores), de los cuales 569 millones proceden de los hogares. La cantidad restante se atribuye a los restaurantes, otros servicios de alimentación (244 millones de toneladas) y al comercio minorista (118 millones de toneladas). Para tener una idea, solo los ecuatorianos desperdiciamos 3,4 millones de kg de comida al día o 1,2 millones de toneladas cada año. Un hecho cada vez más cruel cuando vemos que en Ecuador, el 27 % de los niños menores de 2 años sufre desnutrición crónica o 39 % en el caso de la niñez indígena. 

Parte del problema se debe a que los lugares donde tradicionalmente guardamos nuestros alimentos han crecido. Por ejemplo, desde los años 70, el tamaño de los refrigeradores ha aumentado su volumen en un 15 %. Cuando se trata de comida, un refrigerador vacío nos provoca ansiedad (efecto de supervivencia: como cuando se acaba el papel higiénico en un desastre natural). Es por ello que llenamos todos los espacios blancos, solo para apaciguar nuestro demonio de la gula. Otro caso está en la vajilla. Se estima que el plato promedio ha crecido en un 36 % desde 1960, lo que ocasiona el mismo efecto subliminal en nuestro subconsciente. 

Infografía - Statista
Infografía - Statista

Otro gran dilema se cristaliza en las fechas de expiración de los productos. Antes del siglo XX, el camino entre el lugar donde se producía la comida y donde se compraba era mucho más corto, por lo que la mayoría de las personas sabían evaluar su frescura usando su vista, olor y tacto. Sin embargo, cuando los supermercados empezaron a tener en stock comida procesada, cada vez fue más difícil calcular su vida útil. Desde la década de los 70, las fechas de expiración llegaron a los productos indicando su 'frescura óptima'. Pero, esto no se decide a través de ningún respaldo científico y los que ponen las etiquetas tienen el incentivo económico de colocar las fechas cortas, para que consumas sus productos más rápido. 

Esto significa que muchos alimentos son aptos para consumo mucho después de la fecha etiquetada. Galletas antiguas, pasta y otros alimentos de larga duración pueden saber un poco rancios, pero no son un riesgo para la salud. Las comidas enlatadas pueden ser seguras durante años, mientras no muestren signos de estar hinchadas u oxidadas. Las bajas temperaturas también mantienen alejadas a las bacterias que causan intoxicación alimentaria, preservando la comida congelada de forma indefinida. Los huevos en la refrigeradora sirven para comer durante 5 semanas o siempre hay el truco de que si flota está dañado. 

Para evitar tanto desperdicio existen varias soluciones en la mesa. Por ejemplo, es hora de colocar dos etiquetas, una que diga “Lo mejor es consumirlo antes de” para indicar frescura y otra que diga “Consumir antes de” para indicar seguridad. En Francia, el Estado exige a sus supermercados que donen la comida sin vender. En Corea del Sur, los ciudadanos pagan una multa por desperdiciar comida en basureros diferenciados. Y desde lo privado también se han generado diferentes ONGs y emprendimientos que se han convertido en un puente entre los que tienen la barriga demasiado llena y quienes tienen la barriga vacía. Esto no solo nos permitirá luchar contra la desnutrición en todas sus aristas, sino también prevenir el cambio climático a escala global. Dos pájaros de un tiro. (O)

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