Murió otro gran escritor sin haber recibido el Premio Nobel de Literatura, tal como ocurrió recientemente con Paul Auster; esta frase se ha convertido en lugar común cada vez que un gigante de la literatura de ficción fallece y nos deja un legado inconmensurable de libros y obras que solo los lectores agradecemos.
La lista de los no ganadores del Premio es enorme, el de Paul Auster es uno más de los literatos occidentales que se suman a los que no lograron convencer a la Academia Sueca de que su obra merecía lo que se considera el mayor reconocimiento a la producción intelectual.
Mucho se ha hablado del criterio para decidir, que entre las decisiones de la Academia consta que no se repitan escritores de una misma nacionalidad o que geográficamente el reconocimiento alcance hasta los países más remotos; pero se ha llegado al extremo de que se otorgue el premio a dos autores el mismo año o que el ganador sea un cantante que compuso poéticas melodías.
Entonces Paul Auster entra a formar parte de ese otro selecto grupo, el mismo en el que figuran escritores de la talla de Borges, de Tolstoi, Carlos Fuentes, Kafka, Joyce o Javier Marías, creadores incansables, de una inteligencia sobresaliente para contar historias.
Y sin ir más lejos, de Newark es otro de los grandes novelistas olvidados: Philip Roth (1933-2018), autor de una 'Trilogía americana', en la que destaca 'Pastoral americana', de 1997, ganadora de un Pulitzer.
El 30 de abril, a los 77 años, de cáncer al pulmón falleció Paul Auster, nacido en Newark, Nueva Jersey; además de escritor, ensayista, libretista, director de cine y según algunos el mejor narrador de la vida mundana en Nueva York, sus cafeterías, las librerías modernas y de viejo.
Precisamente, con su Trilogía de Nueva York la fama de novelista alcanzó las mejores críticas de la prensa especializada y su consagración como uno de los mejores escritores en lengua inglesa.
Una antología de tres novelas negras o policiales divididas en tres grandes capítulos: Ciudad de cristal, Fantasmas y La habitación cerrada; el libro rápidamente fue traducido a una decena de idiomas y su fama se consolidó en Europa, especialmente en Francia, país que admiraba por su cultura general y su excelente literatura.
Las obras de Auster suman más de 40, pero especialmente destacan por lo menos 18 novelas, la mayoría policiales con un lenguaje nítido y con la descripción minuciosa de los personajes, alguno de ellos convertidos en su alter ego.
Pese a que fue publicada el año pasado, su última novela, Baumgartner aún no llegaba a las librerías ecuatorianas, la anterior, 'Un país bañado en sangre' retrata, a modo de ensayo, cada una de las masacres ocurridas en colegios, cafeterías o en lugares públicos de Estados Unidos, donde existe la venta libre de armas.
Es una fuerte crítica al sistema y organización en un país donde hay más armas circulando que habitantes.
Poco antes estaba '4321', un libro voluminoso publicado en 2017, autobiográfico acerca de los primeros años de su vida en su condición de hijo de inmigrantes de origen judío nacido en Newark y que fue muy elogiada por la crítica.
No cabe duda la 'Trilogía de Nueva York' fue su obra cumbre, la más leída y releída de todas, por eso me propuse releer otra obra similar en lo impactante de los argumentos y rica en su prosa: Leviatán que, como dijimos, el narrador es el mismo escritor con otro nombre: Peter Aaron, que cuenta las peripecias del novelista Benjamín Sachs.
Como toda novela de Auster Leviatán comienza con un relato estruendoso:
Hace seis días un hombre voló en pedazos al borde de una carretera en el norte de Wisconsin. No hubo testigos, pero al parecer estaba sentado en la hierba junto a su coche aparcado cuando la bomba que estaba fabricando estalló accidentalmente.
Su cuerpo, prosigue el relato, reventó en docenas de pequeños pedazos y se encontraron fragmentos de cadáver incluso a 15 metros del lugar de la explosión.
Era imposible identificar el nombre del sujeto, pero entre sus pertenencias personales fue encontrado un número telefónico, el de Peter y con eso el FBI comenzó a armar el rompecabezas.
El narrador entonces comienza a recordar su amistad con Sachs, un escritor que apenas había escrito un libro, pero que buscaba argumentos para escribir su segunda novela.
Para conmemorar lo que nunca existirá, le he dado a mi libro el mismo título que Sachs planeaba usar para el suyo: Leviatán; así explica el narrador el título de esta novela de Auster publicada por primera vez en 1993 y reeditada por Anagrama en 2021.
Etimológicamente el leviatán se refiere a un fantástico monstruo marino de enormes dimensiones o a un demonio; en la novela el demonio se le presenta al protagonista cuando inesperadamente mata con un golpe de bate a un hombre.
Sachs, que en su juventud fue un objetor de conciencia que se oponía a la guerra de Vietnam se convierte entonces en El Fantasma, una especie de héroe anónimo que después de la desgracia de matar a un hombre se dedicó a colocar bombas para destruir el mayor número de réplicas de las estatuas de La Libertad desperdigadas por varios estados de Estados Unidos.
Como es costumbre en la mayoría de sus novelas Paul Auster escudriña cuidadosamente a sus personajes con diálogos interminables en los que sobresale un elemento afín a los escritores: la soledad y muchas veces lo atareados que se sienten por no hacer nada en sus vidas.
En el caso de Sachs la soledad de los 17 meses en la cárcel por negarse a ir a pelear en Vietnam, lo cual lo obliga a crear personajes para que lo acompañen; los conflictos familiares, las relaciones de pareja, la hipocresía de la sociedad estadounidense; nadie narró mejor todo esto que Paul Auster. (O)