Lo que está viviendo el Ecuador jamás fue un paro ni una protesta social. Los líderes indígenas y sus financistas nunca se propusieron hacer una manifestación pacífica. Ellos sabían que con diez pedidos contradictorios, ilegítimos y absurdos jamás habría una sola posibilidad de dialogar con el gobierno y que, a partir de ese hecho imposible, el caos volvería a reinar en el país tal como sucedió en octubre de 2019 cuando estuvieron muy cerca de derrocar al gobierno de Moreno.
Lo que vive el Ecuador estos días es un nuevo golpe de estado dirigido por esas mafias que están desesperados por volver a gobernar, por consumar su impunidad y dirigir otra vez a esta nación a punta de garrote, arbitrariedades y corrupción a mansalva, que es su estilo y su impronta más profunda.
Si a alguien todavía le quedan dudas sobre la identidad de los autores intelectuales, materiales, cómplices y encubridores de este nuevo y violento golpe de estado es muy fácil seguir el hilo de los acontecimientos desde octubre de 2019, casi exactos a lo que ha sucedido estos días con el terror sembrado en las calles, con criminales desatando la violencia contra los ciudadanos y sus bienes, con la manipulación vergonzosa, asquerosa, de la gente más vulnerable que es a la que se envía como carne de cañón: mujeres, niños, ancianos indígenas montados en camiones como si se tratara de ganado, en su gran mayoría amenazados por sus líderes, extorsionados con el servicio de agua o multas si es que no salen a protestar.
Sí, todo empezó en octubre de 2019 con un intento desesperado y perverso de los miembros de la mafia para recuperar el poder por la fuerza, y, tras el fracaso, apareció un informe manipulado y tendencioso del defensor del pueblo de entonces, hoy a buen recaudo de la justicia, que a instancias de una comisión creada ad hoc para torcer los hechos y ocultar la verdadera violencia que la ciudadanía vivió esos días, ignoró el salvajismo y la delincuencia reflejada en actos como la interrupción del servicio de agua potable en Ambato, el intento de sabotaje del oleoducto, el secuestro de policías y periodistas en la Casa de la Cultura, el incendio y destrucción del edificio de la Contraloría, el abuso sexual de mujeres policías, entre muchas otras fechorías.
Luego llegaron los hechos más sanguinarios que haya conocido la historia del país con las masacres en las prisiones, la guerra de bandas de narcotráfico y los actos de violencia inédita desatada en todas las ciudades bajo la etiqueta de delincuencia común. Recién entonces empezamos a comprender que nos habían hecho un daño irreparable, posiblemente irreversible, al haber entregado el territorio del país al narcotráfico para dejarnos expuestos al crimen y a la violencia más despiadada, la que hoy estamos viviendo, la que hoy estamos sufriendo.
Más tarde llegaron las amnistías en aquel explosivo bodrio aprobado por 99 miembros de la Asamblea Nacional para exculpar y liberar de responsabilidades a 268 personas, en su mayoría delincuentes comunes que hoy han vuelto a las andadas en este nuevo intento de golpe de estado. Y, meses después, destituyeron a la presidenta de la Asamblea para colocar allí un monigote que sirviera a sus más oscuros intereses, los que ahora se descubren en este nuevo intento de golpe de estado.
Como ya se ha advertido en la prensa y en redes sociales, no es una casualidad que en los días que llevamos de manifestaciones los asaltos a mano armada, los robos, los sicariatos y las masacres en las cárceles hayan caído casi a cero en todas las provincias asediadas por el paro, en especial las de la sierra. Y es que ni siquiera los mafiosos más avezados y experimentados tienen el don de la ubicuidad ni alcanzan a hacer piruetas con todos sus cuchillos y pistolas en el aire mientras se confunden con la montonera disfrazados de inocentes manifestantes.
Pero tampoco vamos a pecar de ingenuos, porque los líderes de la Conaie, Iza a la cabeza, no son unos tontos útiles como mucha gente piensa, y no están en el golpe como simples títeres de su financista, no, porque en realidad ellos también aspiran a llegar al poder por la fuerza para imponer sus tesis de barbarie y comunismo sin pasar por una elección que no ganarían jamás en buena lid.
Iza y sus lugartenientes, potentados dirigentes a los que no se les conoce oficio ni beneficio, hoy son reincidentes de varios delitos como sabotaje, terrorismo, golpismo, asociación ilícita y delincuencia organizada. En principio están trabajando para el gran ideólogo del golpe, el financista que ha soportado el gasto millonario que implica tener miles de personas en las calles y carreteras, movilizar transporte, dirigir la violencia y armar a sus huestes durante casi dos semanas para destruir todo lo que se les ponga enfrente. Sin embargo, esta alianza perversa que está pegada con babas se disolverá pronto sea cual sea el resultado del golpe de estado, ya porque Iza y los indígenas accedan al poder mediante la barbarie y se vuelvan con toda su rabia contra el financista con el que tienen cuentas y rencillas pendientes o, simplemente, porque si fracasan en derrocar al gobierno, siempre se lavarán la cara con el pretexto de la lucha indígena y de la reivindicación de la protesta social pacífica en la que se filtraron los delincuentes, tal como nos mintieron en el 2019.
Así se destroza un país. (O)