Los apagones son una preocupación constante que afecta tanto al sector productivo del país como a los hogares de los ecuatorianos. Sin embargo, en lugar de verlos únicamente como problemas, deberíamos considerarlos como una señal de oportunidad en el sector eléctrico.
Estos apagones programados que actualmente enfrentamos son resultado de un desequilibrio entre la oferta y la demanda de energía. Este desequilibrio se ha agravado debido a un adelanto de la época de estiaje, una condición climática que ocurre anualmente a partir de octubre, pero que este año se adelantó debido al fenómeno del Niño. Esto subraya la necesidad imperante de mejorar la capacidad de generación y distribución de energía en el país.
Según datos de la Agencia de Regulación y Control de Energía y Recursos Naturales No Renovables en 2022, la capacidad instalada en el sector eléctrico de generación alcanza los 8,864.37 MW, con un 61.21% proveniente de fuentes de energía renovable, como la generada por biomasa, eólica, hidráulica, fotovoltaica y biogás. El 38.79% restante corresponde a energía generada por fuentes no renovables, siendo estas las centrales térmicas.
Es importante destacar que el 95.68% de la capacidad instalada en el parque eléctrico proveniente de fuentes renovables, corresponde a centrales de generación hidráulica. Siendo centrales como Paute-Molino y Coca Codo Sinclair, las principales en términos de potencia instalada. Sin embargo, es esencial comprender que, como en toda industria productiva, no siempre se puede operar al 100% de la capacidad instalada, especialmente cuando se depende de recursos naturales como el agua.
Históricamente, la época de estiaje comienza en octubre, y en Ecuador, los Agentes de Control y Operación del Sector han manejado la distribución de oferta y demanda de energía con eficacia, considerando aspectos como los niveles de producción y las horas de mayor consumo. Incluso, en caso de necesitar más energía de la que se puede producir localmente, se ha importado de Colombia cuando el precio es favorable y existe su disponibilidad.
El problema actual en el sector eléctrico, manifestado en forma de "apagones programados," no puede atribuirse a un presidente o partido político específico. Desde mi perspectiva, el problema radica en la falta de una inversión significativa tanto por parte del gobierno como de la empresa privada.
Actualmente, el 18.19% del parque eléctrico nacional se debe a inversiones privadas, lo que representa un crecimiento del 66% en la última década. La mayoría de estas inversiones son de tipo autogenerador, siendo de empresas que generan la energía que requieren para su propio consumo. Para estas empresas su eficiencia y rentabilidad se incrementa al disponer y generar para ellos mismos su recurso energético.
Por su parte también se puede invertir en el sector eléctrico sin necesariamente convertirse en autogenerador. El sector eléctrico es altamente rentable, a pesar de las barreras de entrada, como permisos, concesiones, estudios y una inversión inicial significativa. Una vez en funcionamiento y planificado adecuadamente, estos proyectos deberían operar sin problemas.
Las agencias de control y operación del sector eléctrico ecuatoriano disponen de estudios que identifican zonas específicas para invertir en energía eólica, hídrica y solar, todas ellas energías limpias con grandes beneficios ambientales.
El creciente interés por la sostenibilidad y la reducción de emisiones de carbono también puede impulsar la rentabilidad a largo plazo. Si a esto se le incluyera incentivos fiscales para el sector, lo haría mucho más atractivo, especialmente para los primeros años donde llega a ser más complejo recibir los retornos de la inversión inicial.
En resumen, el sector eléctrico de Ecuador tiene un gran potencial de crecimiento en energías renovables, como la hidroeléctrica, eólica y solar. Esto beneficia tanto la economía como la sostenibilidad ambiental al reducir las emisiones de carbono. El país está estratégicamente posicionado para liderar este desarrollo y atraer inversiones para satisfacer la creciente demanda de energía. (O)