Los avances tecnológicos están sacudiendo la educación. Y mucho más desde la pandemia. Como siempre que irrumpen tecnologías nuevas, las inquietudes emergen. Los optimistas celebran las logros. Los escépticos anuncian problemas. Los indiferentes esperan con desconfianza. El tema se vuelve más escabroso cuando las innovaciones topan el mundo del conocimiento. Y por lo mismo, de la educación.
Esto está sucediendo ahora mismo con la irrupción del llamado ChatGPT (Generative Pre-training Transformer), En noviembre pasado, OpenAI (compañía de Inteligencia Artificial fundada en 2015 por Elon Musk y otros) lanzó esta sorprendente herramienta. Su recepción fue sensacional. En pocos días sus servidores se saturaron por el volumen de la demanda. El acceso es sumamente simple; se reduce a ingresar a la web oficial y crearse una cuenta.
Funciona como un ChatBot, bot conversacional o robot informático que chatea. Responde preguntas de manera muy parecida a un ser humano sobre infinidad de temas. Sus respuestas garantizan calidad: exactitud, coherencia, pertinencia, consistencia. Produce varios párrafos completos y congruentes. Y lo puede hacer en varios idiomas. Y a una velocidad sorprendente; todo en pocos segundos.
Las tareas que realiza este Chat normalmente necesitarían inteligencia humana porque procesan lenguaje, reconocen patrones e increíblemente, aprenden y toman decisiones. Da la impresión de que alguien está dialogando y escribiendo en nuestras pantallas. A pesar de sus atributos, sus impulsores creen que el chat aun vive su infancia; tiene mucho para dar en el futuro. Vale señalar también que están en desarrollo otras herramientas similares.
En el campo educativo, las potencialidades son enormes. Puede colaborar mucho con el trabajo del maestro. Ayudar a profesores y estudiantes a encontrar información y resolver problemas utilizando el lenguaje natural. Facilitar la realización de tareas y deberes. Diseñar y controlar las evaluaciones: automatización, precisión, comentarios, ahorro de tiempo, mayor confiabilidad. En el estudio de idiomas resulta un gran aliado: interacciones, personalización, atractivo, traducción, tutorías.
No todo es color de rosa. Algunos críticos han advertido peligros por los efectos en el aprendizaje estudiantil -mayores cuanto más pequeños-, especialmente la anulación de procesos cognitivos como pensamiento crítico y la pérdida de interacción humana y personalización, la disminución de habilidades comunicativas como la escritura, las automatizaciones y estandarizaciones al límite, la reducción del rol del profesor a un pesquisa.
También señalan el riesgo de priorización de la información y no del conocimiento integral. Sobre los contenidos revelan imprecisiones y sesgos, superficialidad, estereotipos y discriminaciones. Adicionalmente se menciona el peligro de plagio, la falta de protección de la propiedad intelectual y algunos errores de seguridad y precisión. En algunos casos -Nueva York y Australia por ejemplo- se han tomado medidas para controlar su uso indiscriminado.
La irrupción de esta tecnología -que empezó gratuita y con fácil acceso- desafía sin duda el rol de los profesores. ¿El ChatGPT marca el fin de su trabajo?, ¿Significa un adiós a la escolarización tradicional? Las respuestas son diversas, pero la mayoría apunta a resaltar que todo depende del modo en que se utilice ésta y otras irrupciones tecnológicas. Lo que sí demanda indefectiblemente son alteraciones -no supresión- en la tarea docente. La educación no puede seguir inmutable, peor la tradicional, vertical y obsesiva por la memorización y la repetición. El ChatGPT emite una señal muy poderosa a favor de cambios profundos... Para reinventar la educación, para integrar la tecnología de manera saludable. De eso se trata.
La información que se nos ofrece no tiene que ser rígida. Puede ser un nuevo punto de partida para comparaciones, profundización, implicaciones y aplicaciones personales de los estudiantes. Puede crear nuevas oportunidades -herramientas y tiempo liberado- para principalizar el acompañamiento, el desarrollo y seguimiento personalizado, el pensamiento crítico, la creatividad, las interacciones y comunicación, la disciplina de pensar, el avance de la convivencia, la promoción de valores… La temperatura no está en las sábanas.
El mayor problema -que no radica en la tecnología en sí- es la ampliación de las brechas sociales. La inequidad respecto a cobertura y calidad educativa aumentó en tiempos de pandemia. Esta nueva ola puede agravar la situación. Mientras algunos centros privados de élite ya están ensayando aplicaciones del ChatGPT, el sistema público ni conoce ni se ha planteado nada nuevo al respecto.
Al estado le corresponde crear las condiciones favorables, empezando por la conectividad y la dotación de implementos. Y a las autoridades y a la sociedad la apertura de un amplio debate sobre los modelos pedagógicos -alimentados por nuevas tecnologías- en construcción. (O)