La bolsa de valores ofrece una amplia variedad de títulos valor y da a cada inversor diferentes opciones según su perfil y sus preferencias en la estructuración del portafolio. Estos instrumentos cuentan con diferentes características, las cuales podemos resumir en renta fija y renta variable.
Los instrumentos de renta fija son títulos de deuda, los cuales se caracterizan por indicar el retorno a recibir y el periodo de tiempo en el cual se efectivizará, es decir, el inversor paga por un valor que más adelante volverá como capital más interés.
Estos instrumentos se consideran de riesgo bajo ya que tanto el pago del capital como el interés (que regularmente es más bajo que otros instrumentos) está respaldado por la entidad que lo emitió y bajo regulación gubernamental. Estos valores son demandados por inversores conservadores que buscan una preservación de capital y volatilidad baja para sus portafolios.
Algunos ejemplos de renta fija son los bonos del tesoro (respaldados por el gobierno), los bonos corporativos (respaldados por una corporación) y los certificados de depósitos (respaldados por entidades financieras).
Por otro lado, los instrumentos de renta variable o capitalización son valores totalmente opuestos a la renta fija, en estos valores el retorno no es especificado y puede fluctuar considerablemente maximizando ganancias o agudizando perdidas. Son títulos de pertenencia de un porcentaje de la empresa emisora, pueden o no pagar un dividendo anual y están expuestos a variaciones en el precio, no están respaldados.
Son utilizados por inversores menos conservadores, que buscan un retorno mayor a su inversión. Las inversiones en estos instrumentos demandan el desarrollo de estrategias más complejas integradas a un análisis fundamental de la empresa y técnico de la acción.
Pero, ¿cuál es la mejor opción al momento de estructurar un portafolio? No existe una fórmula que nos permita responder esa interrogante, pues mientras la renta fija puede programar y asegurar un retorno, no brinda las oportunidades que dan los mercados de valores, caracterizada por su alta volatilidad, que es premiada con un mejor retorno a largo plazo.
No poner todos los huevos en la misma canasta No se sabe quién es el autor de esta expresión, pero sin duda explica el concepto de diversificación. La regla de oro es no posicionar todos los recursos en un solo tipo de inversión.
A pesar de la seguridad que da la renta fija a nuestro portafolio no se debe dejar a un lado los beneficios de la renta variable.
Los inversores jóvenes que buscan comenzar con la estructuración de un portafolio de inversión a largo plazo sin duda deben tomar la renta variable como su opción inicial. Con cada año que pasa el horizonte de inversión irá cambiando su matiz y la renta fija ganando participación en búsqueda de estabilidad de flujos y cuidado de ganancias generadas.
Entender el riesgo es uno de los objetivos y retos del inversor, teóricamente el riesgo se traduce a volatilidad. Si el precio de mí acción se desvía de su índice referencial de mercado (coeficiente beta) se considera más volátil por lo tanto más riesgoso.
Al final, la decisión dependerá del horizonte de inversión, que define el perfil del inversor. Es importante saber cuánto tiempo podemos dejar invertido nuestro dinero, la renta fija nos asegura un pequeño retorno a un corto tiempo, pero nos da la libertad de utilizar esos fondos a corto plazo. Al tener una capacidad de inversión a largo plazo los retornos históricos de los instrumentos de renta variable nos dan un antecedente de éxito sobre las inversiones. (O)