Estos días, he sido testigo del guion de una historia real en "tres actos" sin aparente conexión, pero que al final tienen un mismo hilo conductor: los desafíos profesionales futuros de la agricultura.
Por un lado, la mirada de Europa como el epicentro de las movilizaciones de los agricultores en Francia, España, Italia y Portugal; luego, el análisis del futuro profesional que ofrece este sector en base a la evaluación realizada a una estudiante con vocación hacia la agroindustria y, finalmente, un importante premio otorgado a una empresa ecuatoriana por el desarrollo de tecnología blockchain para la trazabilidad de la cadena de valor de la agricultura.
Como preámbulo, destacaré que la agricultura es una actividad económica crucial que representa el 4% del PIB mundial, llegando incluso al 25% en algunas economías menos desarrolladas. Su gestión responde a la necesidad básica de alimentación y subsistencia de la humanidad. Más allá, se erige como el eslabón estratégico del futuro, influyendo en la calidad de vida y el cuidado del planeta. El Banco Mundial afirma que un manejo eficiente de la agricultura permitirá poner fin a la pobreza extrema, impulsar la prosperidad compartida y alimentar a una población que alcanzará los 9.700 millones de habitantes en 2050.
El primer acto de este argumentario aborda el rechazo de los agricultores europeos al aumento de los costos de producción y a las demandas del Pacto Verde Europeo, que, entre otras cosas, representa el desenlace de una crisis en las políticas y gestión agrícola con similitudes en varios países. Las protestas se centran en las repercusiones generadas por las importaciones agrícolas de países no europeos que no cumplen con los requisitos de producción de la zona euro, especialmente en el uso de pesticidas.
En términos sencillos, la discrepancia cuestiona la producción sostenible como uno de los factores que contribuyen al encarecimiento de los productos, afectando la competitividad de los agricultores europeos, especialmente en comparación con sus homólogos africanos y latinoamericanos. Además, los agricultores rechazan que, a pesar del aumento generalizado de precios, sus economías sigan siendo precarias, ya que no perciben los beneficios económicos, con cifras récord, que ostentan las grandes cadenas de supermercados.
El segundo acto se inicia con la pregunta crucial que unos padres me formularon recientemente: ¿tendrá mi hija oportunidades laborales si decide dedicarse profesionalmente a la agricultura? Al abordar esta interrogante, es pertinente citar al Foro Económico Mundial, el cual anticipa un crecimiento significativo, entre el 15% y el 30%, en la contratación en el sector agrícola en los próximos años, generando cuatro millones de empleos adicionales.
La diversificación y especialización en las profesiones vinculadas a la cadena de valor agrícola se han ampliado con la introducción de la digitalización, biotecnología y aplicaciones tecnológicas, trascendiendo los estereotipos tradicionales asociados a este sector. Visualicemos el desafío significativo que implica para América Latina abordar la inseguridad alimentaria que afecta a 247.8 millones de personas, equivalente al 37.4% de la población, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Estas respuestas están destinadas a motivar el desarrollo profesional de numerosos jóvenes en los próximos años.
Respecto a los procesos de formación educativa en agricultura, el ranking QS evalúa 422 universidades a nivel mundial que ofrecen carreras relacionadas. Sin embargo, solo el 16% de estas instituciones, es decir, 67 universidades, se encuentran en países hispanoamericanos. Entre ellos, se destacan Brasil con 20 universidades, España con 15, Chile con 9, Argentina con 8, México con 7, Colombia con 3, Ecuador y Perú con 2 cada uno, y Uruguay y Costa Rica con 1 cada uno.
Este panorama revela un limitado interés de las instituciones educativas superiores en ofrecer programas de profesionalización agrícola en la región. Esto coincide con el desinterés de los jóvenes por estas carreras, evidenciado en los cupos no utilizados en la oferta universitaria pública ecuatoriana del primer semestre de 2023. De los 2,432 cupos ofertados para carreras agrícolas, solo se utilizaron el 7%, lo que representa únicamente 33 estudiantes que optaron por estas especialidades.
En el colofón de este análisis, la discrepancia entre el crecimiento de oportunidades laborales en el sector agrícola y la falta de interés de los jóvenes en estas profesiones sugiere posibles hipótesis subyacentes. Podrían existir fallos en los análisis de pertinencia y en el diseño de la oferta académica por parte de las instituciones de educación superior. Además, el despliegue ineficaz de estrategias de divulgación hacia los jóvenes y sus familias podría ser un factor clave.
En el acto final de esta secuencia, se destacan ejemplos de innovación a favor del agro a nivel mundial. Un caso notable es el trabajo de la empresa ecuatoriana Kruger Corp., que desarrolló una solución basada en blockchain para gestionar la trazabilidad en la cadena agrícola. Esta innovación elimina intermediarios en la cadena logística, brindando a los agricultores mayores oportunidades de acceso a mercados amplios. Además, garantiza a los consumidores finales prácticas sustentables y de comercio justo, especialmente en mercados regulados como el europeo. Recientemente, esta empresa fue reconocida en Madrid como ganadora de un importante certamen de innovación global organizado por la fundación CODESPA, presidida por el Rey Felipe VI de España.
En fin, las evidencias resaltan las nuevas oportunidades y desafíos en el sector agrícola y el futuro del trabajo en el campo. Es crucial dirigir la atención hacia la agricultura, instando al sistema técnico y de educación superior, así como a las políticas públicas y privadas de empleo, a movilizarse en apoyo al talento humano joven con vocación agrícola. Impulsar la alimentación mundial y gestionar eficientemente los recursos naturales son esenciales para garantizar beneficios sostenibles. (O)