Se podría calificar como acto de gobierno a cualquier actividad que se realice dentro de la gestión gubernamental, pero realmente esta definición es muy general y no alinea la dimensión que esta frase tiene.
Los actos de gobierno son aquellos que la máxima autoridad define y decide cuando se debe actuar ante una situación dicotómica, tomar una acción determinada pero que la misma preocupa. Una sonada indígena, por ejemplo, genera en el gobierno esta disyuntiva.
En una charla muy amena con un exministro de gobierno, de credencias impecables, un ex asambleísta muy probo e ilustrado, dos abogados guayaquileños muy conocedores del derecho y un buen amigo de largas jornadas, compartimos criterios sobre la gestión actual del gobierno del presidente Lasso y comparamos las mismas con eventos anteriores y similares, que a través de anécdotas del ex ministro, emergieron conclusiones relevantes de la situación que vive el país actualmente.
Una de ellas es la falta de mano dura del presidente contra la delincuencia organizada que está azotando al país de una manera nunca antes vista. Delincuencia que se encontraba encubierta por el gobierno de la década robada y que ahora ha emergido violentamente por una decisión del actual y honesto gobierno de enfrentarla, pero sin articular la dimensión de fuerza que esta requiere. Con democracia no se combate a la mafia internacional. Se requiere un acto de gobierno
Otra es, la diferencia entre liderar y administrar, la última se trata de alinear a un equipo de trabajo en un plan específico con base en unos valores y principios pre definidos. Mientras que la primera responde a colocar una impronta que el líder define y que provoca que su equipo deje el sudor, las lágrimas y su tiempo personal por emprender las metas trazadas. Esto es posible solo si el líder emociona. Un líder ejerce actos de gobierno.
Una tercera está relacionada con los enemigos políticos que el gobierno enfrenta, claramente la delincuencia internacional. Pero hay otros tres con agenda propia que hacen igual de daño que los primeros.
Un ex presidente que pone su contingente financiero mal habido a disposición de sus asambleístas, jueces, elementos policiales y militares entre otros, para lograr la impunidad de todo su clan delincuencial. Un político guayaquileño que ha perdido todo código político en función de su desprecio al mandatario. Y un asalariado indígena que busca generar el caos, pero eso sí, jamás hacerse cargo de la situación, es más rentable estar afuera.
Ante este mosaico de angelicales personajes, la generosidad y paciencia tampoco es el camino. Dos panas muy sabidos y otro que es el ejemplo mismo de la teoría de la dependencia que se puede evidenciar en los escritos de Eduardo Galeano.
Un cuarto elemento, la fractura del ministerio de Gobierno, este cargo es equivalente al premier de la República, hoy dividido en dos secretarias, el control político se disminuye. El ministro del interior un jefe de la policía nacional y el de gobierno ocupado dialogando con quienes nunca se pondrán de acuerdo porque no les sirve estar de acuerdo.
Por allí alguien menciono que Ricardo Noboa sería un buen premier.
La charla continúo con temas más enigmáticos y humorísticos del convivir política nacional, nos tomamos un brandy y nos despedimos. (O)