Acoso y muerte
1 de cada 5 estudiantes ha sido víctima de actos violentos, de acoso escolar de manera reiterativa (Estudio UNICEF)

Sucedió otra vez... una estudiante del Colegio Mejía se quitó la vida hace poco. No pudo soportar el acoso de varios compañeros. Johanna tenía 16 años, cursaba el segundo año de Bachillerato y pertenecía a la banda de paz. Las denuncias mencionan agresiones físicas que afectaron su locomoción, actos contra su voluntad en los baños, extorsión, burlas por su aspecto físico, amenazas a su hermano menor. Demasiada carga para ella. Para cualquiera. No lo soportó. Y se fue. 

El bullying -acoso escolar- no es cualquier rechazo o riña contra alguien en algún momento y lugar. Es un abuso de poder intencional y  sistemático contra una persona. Sus componentes son pues, el poder, la intencionalidad, la sistematicidad de la acción, el sufrimiento de la víctima. El abuso se expresa con violencia física, verbal, sicológica, sexual, exlusión social. 

El acoso escolar entre pares -niños, adolescentes, jóvenes- viene de tiempo atrás, pero hoy muestra mayor frecuencia, gravedad, “ingenio”.  De tanto vivirlo se ha naturalizado, alarma poco, desata escasas reacciones… hasta que la violencia estalla. Y produce tal desesperación que puede llevar al suicidio como en el caso de Johanna. 

Las personas más expuestas son los “diferentes”, los que contrarían de alguna forma el modelo o el estereotipo o la norma dominante y socialmente aceptada.  En lo físico, lo racial, las discapacidades, la opción sexual, el estatus económico, rasgos de personalidad. El segmento de “vulnerables” es el blanco predilecto.

Un estudio de UNICEF afirma que el acoso escolar afecta al 23% de estudiantes entre 11-18 años. Es decir, 1 de cada 5 ha sido víctima de actos violentos por abuso de poder. La encuesta señala que el bullying es más alto en la Amazonía y en la Costa. No evidencia grandes diferencias entre centros privados y públicos, rurales y urbanos, edades diversas. A nivel de género, las diferencias radican en las modalidades. Entre los hombres, los golpes; entre las mujeres el ciberacoso.

UNESCO también advirtió sobre la problemática en 2.020. Su investigación determinó que 1 de cada 3 estudiantes del mundo declaró ser víctima de acoso escolar… una magnitud escandalosa que no admite indiferencia.

 DAÑOS Y DESAFÍOS

El abuso entre pares se presenta de diversas formas. Predominan los insultos, gritos, rumores, apodos, ridiculizaciones, denuncias falsas, amenazas, sustracción de pertenencias, ciberacoso, golpes, revelación de secretos, extorsiones, chantajes. Tienen lugar en las aulas, los patios, las canchas, el transporte, los baños y en el exterior de los centros. No existe un momento ideal, pueden ocurrir en cualquier minuto.

Todos generan daños, no solo físicos. Apuntalan a quienes ejercen poder (los ganadores) y humillan a los perdedores. Perdedores que desarrollan cuadros de ansiedad, depresión, desequilibrios en alimentación y sueño, aislamiento, baja académica, ideas suicidas. En ocasiones -cuando el bullying se torna insoportable y no existen soportes adicionales- pueden culminar en suicidios.

Tres agravantes frecuentes… el terror o vergüenza a denunciar, la presencia de testigos cómplices (incluso adultos), la tendencia a la naturalización o escalamiento del problema. No olvidemos… ahora mismo miles de niños y jóvenes están sufriendo en sus escuelas… Inaceptable.

Con retraso, con débil comunicación y poca capacitación a profesores y a DECEs (Departamento de Consejería Estudiantil), el Ministerio de Educación ha logrado ser sensibilizado. Ha respondido, primero con su iniciativa de Escuelas Seguras y últimamente con un Plan de prevención de riesgos psicosociales. La propuesta -por ahora teórica- apunta a generar entornos protectores, garantizar derechos, fortalecer aprendizajes. En la medida se incluye violencias, acoso, suicidio.

Las soluciones no son simples. La problemática es también expresión de la violencia social que vivimos. Tiene varias causas y alude no solo a escuelas y profesores sino también a dinámicas familiares. De todas formas, la institución escolar DECE juega un rol estelar. No para solucionarlo todo en soledad, sí para asistir procesos de grupos escolares (más allá de aprendizajes y protocolos formales), para construir escenarios de confianza que no encubran los problemas, y para articular esfuerzos entre familias y profesores. 

La vida escolar no se agota en las clases. Se construye -y se aprende- también en las interelaciones de estudiantes, la dinámica de los grupos, los vínculos con pares y adultos. Acompañar, custodiar estos procesos -DECE, familia y amigos- es la mejor estrategia de prevención. No es tiempo para dejar al azar o al tiempo los acosos. Es tiempo para cuidar y cuidarnos con afecto, para fortalecer la personalidad y autoestima, para sostener escenarios amigables, para desarrollar amistades y grupos sanos y constructivos. (O)