Durante el año pasado tuve que someterme a una intervención quirúrgica y debo confesar que había postergado hacerlo por varios motivos, pero de fondo creo que el que predominaba era el miedo.
En palabras de la psiquiatra Marian Rojas, el miedo es como un golpe repetido que palpita interiormente que, nos distorsiona, nos perturba y nos quita la paz.
Cuando somos niños también lo sentimos, ¿quién no ha sentido miedo cuando era pequeño? Los miedos son evolutivos, y en algún momento van a desaparecer, lo importante es acompañar y evitar minimizar esta emoción que puede aparecer en distintas edades de la niñez.
Cuando tenemos el rol de cuidadores o estamos en contacto con los más pequeños y ocurren episodios de miedo, preguntar a los niños qué necesitan y cómo los podemos ayudar son piezas clave para gestionar y evitar ignorar esta emoción.
Frases como: no pasa nada, el miedo no existe o los niños valientes no sienten miedo son frases comunes en nuestro medio, pero que, no son reales y, por tanto, ayudan poco a gestionar esta emoción.
Entre los miedos más comunes en los niños y niñas de uno a 5 años está el temor, a ruidos inesperados, a quedarse solos, a la oscuridad, a ciertos personajes, a alejarse de sus cuidadores y también, a figuras extrañas a su entorno cotidiano. Mientras más crecemos los miedos se tornan más reales y se viven otro tipo de temores que, se relacionan con el entorno escolar y académico, por ejemplo, temor a los exámenes y a los retos que se enfrentan en el día a día. En la pubertad predominan miedos entorno a la aceptación social por parte de sus pares.
Durante el último año el incremento de la inseguridad y violencia en Ecuador nos ha llevado a vivir en estados de alerta constante y los niños y niñas no son la excepción. Recordemos que, todo lo que observamos, comentamos y cómo afrontamos nuestras emociones son aspectos percibidos por los menores de manera que, también pueden llegar a sentirse afectados.
Si bien el entorno social nos puede generar miedo, en la etapa adulta esta emoción podría manifestarse de la siguiente manera:
-Sentir miedo a causar decepción, decido ser complaciente para no generar más problemas, me quieren si me porto bien. Intento que estén contentos con mis comportamientos.
-Sentir miedo a perder el control, para que nada malo nos pase. Te vuelves alguien controlador, esto te impide disfrutar de las pequeñas alegrías del día a día.
-Sentir miedo a no ser perfecto, las redes sociales influyen en este aspecto. El perfeccionista es el eterno insatisfecho. Las redes sociales son un espejo comparativo (Rojas 2023) que generan un enorme vacío si no es bien manejado.
-Sentir miedo a no ser importante, aquí predomina la soledad y hay un afán de que la gente nos preste atención.
-Sentir miedo a sufrir, se busca vías de escape, comida rápida, drogas, alcohol, puede venir a partir del sufrimiento ya vivido. Donde no ha existido la suficiente recuperación a ese acontecimiento vivido (Rojas, 2023).
El miedo y la inquietud permanente puede generar estados de ansiedad generalizada o como dije a vivir en estados de alerta constante. El miedo podría estar impidiéndonos ilusionarnos y permanecer en paz. Identificar el origen, gestionar el miedo para evitar bloqueos o si ya se fue de nuestras manos pedir ayuda a un profesional podría ser un camino correcto para afrontar esta emoción que nos podría estar atrapando.