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Columnistas
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Los incendios nos tienen cercados. Con grandes pérdidas económicas. Y no solo suceden en las montañas. También se prenden en el mundo político. Viejos ardores y nuevos fuegos.

25 Septiembre de 2024 13.38

Los incendios desatados en varias provincias revientan toda previsión. Hasta el 11 de septiembre y desde el 01 de enero, se registran 2.703 eventos, una cifra brutal. La afectación cubre al menos 30 mil hectáreas, el tamaña de 30 mil estadios de fútbol aproximadamente. Loja por el número de hectáreas arrasadas y Pichincha por la cifra de eventos, destacan en las estadísticas. Ni la Virgen del Panecillo se libró del humo asfixiante. La sequía y los vientos figuran como agravantes.

Las consecuencias, por todos conocidas, son fatales, empezando por las familias damnificadas, que han debido abandonar sus hogares.  Junto a ello, la pérdida irrecuperable de cultivos y animales. Sus propietarios se saben solos en esta tragedia. Y como es costumbre, aparecieron los avivatos que dispararon los precios de varios productos agrícolas. Sin ninguna base técnica. 

Esta vez tuvimos una novedad. Se capturó a varios causantes de los incendios. Lastimosamente, el tema se ha arrinconado a cuatro paredes. Un grave error: sería el momento ideal para un castigo ejemplar, para sentar precedente, para mostrar públicamente a los bandidos. Y encerrarlos, forzarlos a trabajo comunitarios, multarlos en forma proporcional al daño causado. La borrachera no es justificativo. Y las disculpas se las lleva el viento... El asunto podría ser tratado además en el Minuto Cívico de las escuelas; tendría más efecto que los discursos grandilocuente y vacíos. 

EL PAÍS SE RECALIENTA 

Ahí no termina la cosa. En este país nos toca también vivir otros incendios, valga la extapolación. Uno de ellos arde en la Asamblea Nacional. Un fuego que se prende y se apaga, bajo la iniciativa de la oposición. Hace poco intentaron quemar a la Fiscal mediante un juicio forzado que escondía apetitos de impunidad. Esta vez, varias bancadas le echaron agua y no pasó. El trofeo largamente acariciado, no pudo obtenerse. Pero van por más. Ahora exponen a la Ministra del Interior. Ya han allanado el camino y es solo cuestión de tiempo. Cualquier incendio es válido. Más en estos tiempos que hay que restarle credibilidad al presidente-candidato. Y que hay que exhibir figuras elegibles, algunas irremediablemente chamuscadas. 

El Ejecutivo no se queda atrás. Aquí la característica es el fuego lento. Pequeños y medianos incendios, se cocinan y no se pueden tapar. Autofuegos peligrosos que pueden mermar las intenciones electorales. El más notable es el problema energético, que muestra fisuras de prevención en los últimos meses. Los efectos de los apagones y cortes de agua son devastadores en la opinión pública. 

Sobre este tema habría que mencionar al menos tres adicionales: la polémica intención de instalar bases militares extranjeras -que revelan que el asunto de drogas ha rebasado a las autoridades-, las donaciones que ha multiplicado el gobierno para ciertos sectores, y el espinoso tema de la Vicepresidenta Abad, tercamente empeñada en ser Presidenta a como de lugar. 

La oposición se frota las manos. Su intención no es otra que bajar el perfil al candidato-presidente. Sobredimensionar sus errores y minimizar sus ejecutorias. Para ganar votos, o para que él los pierda. El próximo round lo han montado en el juicio contra la Ministra Palencia. Un fresco respiro le ha dado, en cambio, la propuesta de suprimir el aporte para los partidos y movimientos que nos abruman. Y que recién están calentando motores... 

El mundo judicial no necesita nuevos incendios. Ya está quemado y casi en cenizas. Las llamas de adentro y los manoseos de afuera lo han consumido. Por lo visto, solo una reconstrucción total, desde los cimientos, puede recuperar la credibilidad en esta área del poder. Un humo negro lo invade sin atenuantes. Y un olor a chamusquina lo domina todo. Donde se pone el dedo, saltan chispas. 

Para mencionar los incendios externos harían falta varios artículos. Por lo menos aquí y ahora los mencionamos. El incendio de Venezuela, cada vez más difícil de apagar. El incendio de la franja de Gaza y sus 40 mil muertos, con sus actores empecinados en negar todo intento de alto al fuego. El incendio de Ucrania con un poder monstruoso que la aprisiona sin contemplaciones.

Vivimos cercados por los incendios. Nos consumen a fuego lento. Van quemando parte de nuestras existencias. Precisamos aires nuevos, no contaminados por el humo de estos mediocres seres de la clase política. Y necesitamos también vientos frescos desde adentro de nosotros mismos. Que revienten nuestra indiferencia. Que inauguren nuevas actitudes ante la vida, ante los demás, ante el campo de la política, que también nos pertenece.  (O)

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