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El miércoles 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia de Covid-19 y todo cambió para siempre.

9 Marzo de 2025 23.02

Hace un par de semanas la atención mundial se centró en el asteroide 2024 YR4.  Durante varios días la comunidad científica, los medios de comunicación y las redes sociales abordaron la posibilidad de un impacto catastrófico para la humanidad.

Se habló de varios porcentajes de probabilidad de un impacto, llegando a decirse que había algo más de un 1 % de probabilidad de que el asteroide hiciera blanco en el pequeño punto azul pálido, cómo describió a la tierra el astrónomo estadounidense Carl Sagan.

Lo cierto es que a medida que se realizaron más observaciones del asteroide y se agregaron nuevos datos a los cálculos de su órbita, la NASA aclaró que 2024 YR4 no tenía ninguna probabilidad significativa de impactar contra la Tierra en 2032 y años siguientes.

Lo del asteroide será en unos años una anécdota más de miles de historias que auguran el final de los tiempos. En mi niñez fueron las profecías de Nostradamus las que generaban temor y en 2012 el calendario maya estuvo en el centro de las conversaciones sobre el destino del planeta. Ahora, en el primer cuarto del siglo XXI, se habla del inicio de una tercera guerra mundial de consecuencias inimaginables, así como del ascenso de la inteligencia artificial como fuerza dominante del planeta.

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Pero lo cierto es que hace cinco años la humanidad entera vio de frente una situación inédita. En plena era digital, con tecnologías que eran inimaginables hace solo 20 años, con la esperanza de vida más alta en la historia, con sistemas democráticos desarrollados, aunque no perfectos, y con una serie de hitos en temas de equidad y diversidad, el tiempo se detuvo. El miércoles 11 de marzo de 2020  la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia de Covid-19 y todo cambió para siempre.

Una pandemia, como las que solo se pensaban en guiones de películas de ciencia ficción o en libros apocalípticos, llegó y paró el tiempo. China, Europa y luego todo el planeta entró en una pausa. Confinamiento, distanciamiento social, crisis global, resiliencia, reinvención, entre otros, fueron los términos que se repetían hasta el aburrimiento. La ciencia chocaba contra las teorías conspirativas, surgía la generación 'pandemial', el teletrabajo tuvo un auge que nadie sospechaba y la transformación digital se aceleró gracias a un microscópico virus temido por miles de millones de seres humanos.

La pandemia generó 777 millones de contagios (un 10 % de la población mundial de 2020) y causó la muerte de más de 7 millones de personas, según la OMS, aunque otros hablan de 15 millones de víctimas mortales. Fue una época dura, pero no tanto como la que se vivió con la gripe española en 1918. El virus causante de los contagios y las muertes hace más de 100 años infectó a alrededor del 27% de la población mundial, es decir, a 500 millones de personas. De ese total, se estima que murieron 50 millones de personas. Al ver los datos es fácil darse cuenta que la magnitud de la gripe española fue mayor que la del Covid-19. 

Entonces vale recordar hoy, cinco años después del 'fin del mundo', el valor y la importancia de la ciencia, ciencia que desarrolló vacunas que salvaron millones de vidas. La BBC lo dice en pocas palabras: "sólo nueve meses le tomó a los científicos dar con una vacuna efectiva para combatir el virus Sars-Cov-2", digan lo que digan los fanáticos de las conspiraciones.

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En esos meses, entre 2020 y 2021, la humanidad vivió un salto en muchos sentidos como el laboral, el tecnológico, el científico, el educativo, entre otros. Inició una transición y sus efectos todavía están por entenderse. Los emprendedores, los soñadores y hacedores, también hicieron su parte y muchas locuras escalaron a partir de la pandemia.

La pandemia nos marcó a todos, para bien o para mal. El mundo no se acabó, aquí seguimos con defectos y virtudes, con encuentros, desencuentros y polarización (inútil en muchos casos), con miles de pendientes, con lo bueno y lo malo. El pequeño punto azul pálido sigue su curso y todos nosotros en él. (O)

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