China siempre ha fascinado a occidente, le debemos muchos inventos fundamentales en nuestra civilización como el papel, la pólvora, la porcelana, la seda, el sismógrafo, la brújula... Pasó ya la etapa bárbara de la revolución cultural de Mao, pasó también la etapa milagrosa de Deng Xiaoping que se propuso acelerar los cambios en un país de tres mil millones de habitantes para convertirlo en una potencia mundial y estamos ahora en la era de Xi Jin Ping que se propone reemplazar a Estados Unidos como la primera potencia mundial.
La decadencia de Estados Unidos y sus líderes contrasta con un régimen que no tolera opositores y avanza sin desviaciones ni dubitaciones en el objetivo de liderar el mundo. China incrementa el gasto en diplomacia mientras Estados Unidos lo reduce. China presta a Latinoamérica más dinero que el Banco Interamericano de Desarrollo y tiene un modelo económico y político que pronto será imitado por su eficacia. China mantiene acuerdos comerciales con más países que Estados Unidos y extiende su influencia.
El capitalismo de Estado como modelo económico
El modelo chino está en crecimiento mientras los otros modelos, especialmente el norteamericano, están en declinación. El francés Pierre-Yves Henin define este sistema como la concurrencia de autoritarismo político, ideología nacionalista y economía capitalista. El desplome de la URSS no le afectó a China porque supo reprimir a tiempo los movimientos revolucionarios como el de la plaza de Tiananmen y fue capaz de encauzar a tiempo, los objetivos que le han dado legitimidad al sistema.
La primera medida fue mejorar el nivel de vida para asegurar apoyo de la población; la segunda, permitir que una élite capitalista construya imperios industriales y financieros; tercero, invertir capitales voluminosos en infraestructura, dejando al Estado el presupuesto para seguridad. A esto se añade la mecánica de construcción del poder que "le pertenece al pueblo", pero las candidaturas controladas por el partido único, a nivel local, mantienen el control de todo el sistema. El autoritarismo se apoya en valores nacionales adaptables a las circunstancias.
La poderosa China tiene, sin embargo, algunas debilidades. Una de las principales es el envejecimiento de una población de un solo hijo que alcanzará en el 2050 -fecha para la hegemonía mundial- 400 millones de ancianos. Otra debilidad es la posibilidad de mantener al mismo tiempo el control y dirigismo estatal y las exigencias de una sociedad de la innovación. Un tercer riesgo puede ser que Estados Unidos y Europa consideren que su supervivencia exige poner límites a las prácticas mercantiles y al militarismo nacionalista de China.
Un viaje geopolítico
Durante la revolución ciudadana China inundó Ecuador con dinero, productos y obras; a los gobiernos de izquierda les gusta creer que China es un gobierno de izquierda porque tolera las dictaduras, el autoritarismo y el populismo mejor que Estados Unidos. Esto puede cambiar con Guillermo Lasso.
Cerca de la mitad de la deuda de 5.200 millones de dólares se vencen en los próximos tres años y Lasso quiere renegociar para mejorar plazos y tasas. Ecuador puede ser un caso de excepción en América Latina si, como parece, la mayor parte de los países cae en manos de la izquierda. Ecuador puede beneficiarse de esta posición y obtener ventajas de las dos potencias que se interesan en la importancia económica y política de la región.
La participación de empresas chinas en la construcción de hidroeléctricas resultó un desastre, los atrasos continuos y las fallas en ingeniería obligaron a reparaciones importantes y hasta la suspensión de los contratos. La central hidroeléctrica más grande, Coca Codo Sinclair, inaugurada en 2016 tiene fallas que todavía no han sido resueltas. Será uno de los reclamos que el gobierno ecuatoriano presentará a Xi Jinping en el viaje de febrero.
Aunque el presidente ecuatoriano tenga objetivos inmediatos en su viaje a China, Ningún gobierno puede desdeñar una visión geopolítica y atender a sus consecuencias. Se ha escrito y hablado mucho sobre China con toda clase de escenarios. Algunos creen que se trata de diabolizar a la potencia asiática con el propósito de "construir un enemigo" que obligue a reunificar el mundo occidental en torno a Estados Unidos. Hay pronósticos según los cuales en 15 años China será el líder de un mundo caótico. Para entonces se habrá vuelto inexpugnable y seguirá siendo, como ahora, el único miembro del grupo G-20 con un crecimiento extraordinario. (O)