El ser humano es un constructor que lleva adentro ese instinto por encontrar o construir un refugio y decorarlo a su gusto. Por esto ocurren sorpresas como la que voy a contarles.
“Yo era un chico de ciudad, hasta que, quien iba a ser mi esposa, Isabel en pocos meses, me informó que estaba decidido, que viviríamos en Cumbayá, en una antigua casa de hacienda, abandonada por mucho tiempo que había pertenecido a sus abuelos. Eso fue hace más de 30 años. Para hacerla habitable para un chico urbano, vendí un auto y reconstruimos entre ambos la casa, y así descubrí que me gustaba y que era bueno para la construcción.”
La casa debe tener cerca de 300 años. Según la historia que pudo recuperar de los archivos municipales, perteneció al capitán Don Diego Ruis de Roxas (de ahí, el nombre Hacienda Rojas), luego al convento de San Agustín, y posteriormente otros dueños hasta terminar en manos de los Andrade, familia materna de la esposa de Daniel. Fue habitada por varias generaciones, y en aquel entonces había estado abandonada los últimos diez años. Daniel cuenta divertido, que iba todos los fines de semana a trabajar en arreglos y, como ingeniero mecánico, jugaba con cables, instalaciones y todo lo que tenía que ver con tecnología.
Al hablar de las construcciones antiguas, cuenta Daniel Berger que ejercen fascinación porque activan esas sensaciones más profundas, por eso subsisten hasta ahora.
Pero fue la pandemia la que le embarcó en un nuevo proyecto en su casa: la función utilitaria y el aspecto decorativo. Su esposa le pidió que hiciera ciertos arreglos en la cubierta porque estaba entrando agua. “Cuando levantamos las tejas y el techo descubrimos un tesoro: vigas de madera de cientos de años de edad, madera prácticamente petrificada escondida entre el tejado y el cielo raso. Les dimos algún tratamiento antes de emprender esta gran reconstrucción, y decidimos que aquí será nuestra morada hasta que nos saquen con las patitas por delante” (risas). “La decoración es parte de la historia de esta casa, la mayoría son piezas antiguas que pertenecían al lugar o a las familias de mis suegros. Mesas, lámparas, cuadros, bancas, sillones hasta vajillas. La casa está considerada patrimonial, luego de una visita en el 2015 nos entregaron una carta de notificación.”
Daniel ha cultivado su afición por la construcción, por más 20 años. Se dedica a remodelar, arreglar y realizar las ampliaciones del colegio en el que trabaja. Su mayor reto fue la construcción del teatro de mil metros cuadrados, con capacidad para 330 personas, obra que exigió cuidadosa y larga planificación.
Ahora, sus ojos están en la construcción de un nuevo establecimiento en los valles. “Hemos entendido que hay nuevas tecnologías para educar. La educación ahora establece que el aula es el tercer maestro; por ejemplo, la puerta, que es batiente, permite poner un graduador en el piso y enseñar cuánto son 90 grados, o 35. Además, los espacios deben ser multifuncionales y adaptables a diferentes estilos de enseñanza; deben ser innovadores. La actual edificación no se ajusta a este concepto.”
La misión que tiene ahora Daniel es trasladar el colegio Einstein a los valles, porque allá viven la mayoría de sus familias y será la oportunidad para conciliar la construcción con las funciones y las necesidades de estos espacios innovadores que responden a un nuevo modelo de enseñanza.
“El colegio será amigable con él medioambiente. Vamos a ocupar la menor huella de terreno posible. Buscamos que las 6 hectáreas del nuevo campus y sus 17 mil metros cuadrados de construcción interior y exterior se mimeticen con el entorno. Tendrá paneles solares, conservación de agua, tratamiento de agua para utilizarlas en los jardines. Hoy se utiliza mucho el concepto de aprendizaje multi-edad, será un colegio innovador con el concepto de “aulas sin paredes” donde los estudiantes comparten espacios, pero cada uno está concentrado en lo que le corresponde, son las nuevas tecnologías.”
Para llegar a esto trabajaron con un arquitecto de la Universidad de Harvard, Frank Locker, especializado en espacios educativos innovadores. “El arquitecto Locker nos capacitó en este concepto de espacios innovadores y luego organizamos un concurso para el diseño del anteproyecto del nuevo campus. Se inscribieron 37 participantes. Al final recibimos 22 proyectos, todos fantásticos. Nos costó escoger las 5 mejores propuestas, que se adaptaban a nuestras necesidades, quienes hicieron una presentación ante el jurado y mediante rúbricas se escogió el proyecto ganador del arquitecto mexicano Gerardo Martínez Maza, experto en espacios educativos quien además dicta catedra universitaria en la materia. Su propuesta estaba centrada en el estudiante y lo que éste necesita para ser eficaz académicamente, y en su bienestar físico y emocional.”
El nuevo Einstein será un colegio boutique, personalizado, que dará un salto cuántico en la educación, conjugando tres pilares importantes: los nuevos modelos educativos cuyo centro es el estudiante, los principios y valores del colegio orientados a reparar el mundo, y una infraestructura innovadora que posibilita esta dinámica.
Los espacios de aprendizaje serán abiertos, interconectados y uno solo con el entorno. Las mesas, entre otros aspectos, se podrán unir para que los estudiantes intercambien información, o podrán separase con facilidad para trabajar individualmente. La tecnología será esencial para el desarrollo del aprendizaje.
Se caracterizará por tener sistemas de seguridad muy avanzados con controles muy estrictos para que los estudiantes estén muy bien protegidos dentro del colegio; asimismo, el transporte contará con equipos de última tecnología que permitirá a los padres saber dónde están sus hijos en cualquier momento.
Daniel, con convicción y pasión en el proyecto, cuenta que el nuevo colegio costará aproximadamente US$20 millones de dólares, incluyendo el terreno, y al actual campus se proyecta venderlo en US$ 18 millones. Será construido por etapas y el evento de colocación de la primera piedra se realizará a finales de octubre. En septiembre de 2023 se inaugurará el preescolar, costará aproximadamente US$ 2.25 millones, y se financiará con fondos propios. Las siguientes etapas de la construcción se realizarán con fondos de autogestión. El plan es construir todo el campus en máximo tres años.
Conversar con Daniel es comprender que los proyectos no sólo deben planearse, también deben tener una dosis de locura, de esa que vuelve al ser humano flexible, para que pueda conjugar casi a la perfección su profesión con su afición, y lograr lo inimaginable.
Así, el colegio Einstein cumplirá sus 50 años en un nuevo campus, liderando en las metodologías de la educación y proponiendo nuevas formas de aprendizaje pensadas en el ciudadano del futuro. (P)