El espectáculo, valor supremo
El problema está en que el espectáculo no sirve para salvar países, ni para gestionar la economía, ni para enseñar. Sirve para entretener, hacer reír, encubrir mentiras, vender gato por liebre, inducir a los crédulos a vivir de la estafa del facilismo y convencer a “su” público de que todo es gratis, hasta que, inevitablemente, llegue la hora de la verdad.