Estado de derecho: principios
¿Vivimos en un Estado de Derecho? ¿Es concordante la democracia plebiscitaria y los estilos políticos que vemos y vivimos con el régimen de Derecho? ¿Puede sobrevivir la legalidad en el populismo?
¿Vivimos en un Estado de Derecho? ¿Es concordante la democracia plebiscitaria y los estilos políticos que vemos y vivimos con el régimen de Derecho? ¿Puede sobrevivir la legalidad en el populismo?
¿La democracia puede servir de instrumento para crear estructuras autoritarias? ¿Puede la república abdicar de las reglas y someterse únicamente a los actos de poder? ¿Debe la democracia limitarse a ser una forma Estado solamente?
Quito es la paradójica mezcla que expresa y concilia el encuentro de dos culturas, y es el escenario por el que ha desfilado el poder, sus protagonistas, y el hombre común que, desde su grito o desde su silencio, desde la sumisión o desde la obediencia, desde el dolor o la alegría, se atreve con la verdad, se reconoce en las piedras históricas, busca la paz en la penumbra de las iglesias.
La Academia Ecuatoriana de la Lengua presentó "El Diccionario académico de ecuatorianismos" en el Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española, ASALE, realizado en Quito entre el 11 y 13 de noviembre de 2024
El drama y la paradoja están en que, para salir de semejante entrampamiento, tenemos un Estado que solo es funcional a sus intereses, y una política que no supera la mediocridad y la ceguera.
Si queremos honrar los deberes que nos impone esta tragedia, habrá que migrar de la naturaleza ficticia de papel y política, a la otra, a la que sufre, a la que exhibe los muñones y las mutilaciones de sus árboles como silenciosa acusación, como testimonio de lo que hemos sido capaces de hacer.
Se incendia Australia, se consume la Amazonía, se incendia el Ecuador desaparecen los glaciares, los páramos van en retirada, las ciudades crecen sin orden ni concierto, y transforman al campo en barriadas. Nos achicharramos bajo solazos inclementes, o llegan las lluvias torrenciales, las ventoleras y los tifones y seguimos la ruta al precipicio, al ritmo del disparate, preocupados de los sainetes del poder. La indolencia supera la inteligencia.
"Según me acerco a la montaña, los nombres de los pueblos parecen conjuros".
La idea del "pueblo" como entidad reflexiva, depositaria de la soberanía, debe replantearse, porque lo que hay es una multitud de espectadores embelesados por la propaganda y un universo creciente de consumidores. No hay pueblo como hecho que responda al riguroso concepto que imaginaron los liberales del siglo XVIII.
Aquellos que fueron capaces, hace dos siglos, de asumir riesgos ejemplares, se han evaporado de la conciencia de la gente. Son personajes desconocidos, incómodos, porque ellos amaron y lucharon por otros valores.
Se ha derogado la legalidad. Vivimos en un Estado autoritario en el cual es muy difícil ejercer los derechos y preservar las libertades.
Como dice Orwell en "La Rebelión en la granja", los dominadores siempre proclaman, como justificación de las desigualdades, que el pueblo pronto advierte, aquello de que "todos los animales son iguales, pero unos animales son más iguales que otros".
La cultura, y la libertad para hacerla posible, para potenciar las capacidades y la inteligencia de la gente, para hacer cine, escribir, pensar, etc. son asuntos a los que la sociedad no puede renunciar. Eso corresponde a su patrimonio espiritual, pertenece a sus raíces.
Hay derecho al silencio y hay derecho a la palabra. Lo grave es que prevalezcan la palabrería y la mentira. Y es aún más grave si el silencio es producto del cálculo temeroso, de la indiferencia, o del acomodo que significa renuncia al riesgo, a la integridad e incluso a la curiosidad.
Para legislar, habrá que comprender que las normas no son realidades dispersas ni aisladas; que forman parte de una estructura lógica, precisa, integral, y que todas ellas, de cualquier naturaleza que fuesen, deben obedecer a las tres lógicas fundamentales que enseña Bobbio: la de la jerarquía, la de la cronología y la de la especialidad.
Me temo que los días históricos se han convertido en excusas para hacer fines de semana largos. Eso no estaría mal si, además del descanso, el desfile y el acomodo en que vivimos, cultivaríamos el interés por explorar, aunque fuese por curiosidad, lo que está detrás de la vacación y lo que explica la sesión solemne o la cadena nacional
La democracia, por eso, es educación, racionalidad y lectura de la historia. Pero, de verdad ¿queremos instituciones?
"La política, por más democrática que sea acabará siempre en manos de un grupo de personas: los clubes, los diputados, los ministros. No se puede evitar. La oligarquía es inevitable". José Antonio Marina, (en Los sueños de la razón).
¿Será posible que volvamos a hablar de "nuestro país" con la entrañable pasión de los abuelos, sin recelos y sin odios? ¿Será posible disociarlo de la política y hacer del país punto de encuentro y patrimonio moral de todos?